Alguien se ha puesto a pensar en volver a reformar el mercado de trabajo, según nos pide la Comisión Europea, y han pensado que el modelo llamado Mochila Austriaca es una opción para esa reforma. Pero, ¿en qué consiste ese modelo?. Voy a intentar simplificar su funcionamiento al máximo para que sea perfectamente comprensible.
Básicamente, consiste en que los empresarios y trabajadores aportan una serie de cantidades de forma obligada a un fondo que gestiona el estado y que se va cargando cada mes. En dicho fondo se incluyen la indemnización por despido, los gastos de formación, los gastos por desempleo, y cualquier cosa que el legislador contemple. Así, si un trabajador es despedido, no necesita solicitar una prestación por desempleo, puede directamente disponer del dinero que tiene almacenado en su mochila; no debe esperar una indemnización por ser despedido, la tiene almacenada en su mochila; no tiene que solicitar los gastos de formación, están disponibles en su mochila. Y si un trabajador no es despedido nunca, nunca hace uso de la prestación por desempleo ni necesita formarse con cargo a los fondos del estado, el importe se va capitalizando de forma que cuando se jubile se encuentra con un fondo de pensiones.
En principio, así planteada, la 'mochila austriaca' cumple con una serie de características que la hacen muy atractiva para los legisladores. La primera es que permitiría que se fuese transformando el sistema de pensiones del país desde uno de reparto hacia uno de capitalización de forma natural y sin resultar muy perjudicial para el trabajador. No habría que disponer de unos fondos para pagar prestaciones por desempleo, ya que estarían recogidas en la mochila y el estado no tendría más problema que los gastos de gestión. De la misma manera, acabaríamos con los problemas de los programas de formación continua y sus posibles corruptelas, dado que sería el propio trabajador el que dispusiera de sus fondos para la formación. Es decir, al final desaparecerían unas cuantas líneas presupuestarias que eliminarían parte del gasto y, en consecuencia, de los problemas. Además, este modelo permitiría un ahorro privado más responsable y una mejor distribución de la renta entre el presente y el futuro, por cuanto existiría una correlación entre lo ganado en el presente y lo que percibiremos en el futuro.
Con respecto al desempleo, evita las posibles corruptelas en el cobro de la prestación, por cuanto al final uno cobra lo que ha aportado, ni más ni menos. Y si está trabajando, le interesará no vaciar su mochila pues en el futuro eso serán pensiones y rentas.
Además puede terminar fomentando la movilidad de los trabajadores en búsqueda de nuevos y mejores empleos, ya que al ser la mochila de nuestra entera propiedad, la traspasaremos de una empresa a otra, lo que provoca que aquellos que acumulen un determinado número de años en una empresa no se perpetúen en ella por miedo a perder ese derecho a una indemnización suculenta que le permita acceder al pisito en la playa. En fin, todo ventajas, ya que mejorará la productividad, fomentara la movilidad profesional y la mejora de las rentas.
Y para las empresas, los procesos de ajuste de plantillas son automáticos, no necesita una legislación especial que le permita reducir el coste de las indemnizaciones, no debería existir el FOGASA, puesto que ya lo tendríamos incluido en la mochila. Y dejaríamos de discutir por la indemnización por despido, ni si es procedente, improcedente o nulo el despido. Acabaríamos, además, con el problema de los juzgados de lo social.
Ya digo: un chollo!
Pero no es oro todo lo que reluce. Hay varios puntos negros en ese modelo que deberíamos considerar y, sobre todo, deberíamos evitar. Ya que al final, cualquier modelo es bueno sobre el papel, lo que pasa es que los detalles son el problema.
Por ejemplo, con la mochila austriaca convertiremos el mercado laboral en todos los puestos precarios. No es necesario cambiar los contratos, ni hacer modificaciones en la legislación sobre la indemnización por despido. Eso ya está incluido en el modelo. Eso tiene, fundamentalmente, un efecto desincentivador muy importante, dado que será más o menos indiferente el desempeño. Sólo tendremos una ligera ventaja en el corto plazo, pero ninguna en el largo plazo.
Por otro lado, significará una bajada evidente y de considerable cuantía de los salarios, dado que los empresarios se encontrarán con un nuevo coste: el del despido, que, lógicamente, descontarán del salario para evitar que sus beneficios disminuyan. Y, aunque se establezca una indemnización creciente y cualquier otra eventualidad, el descuento lo harán sobre la máxima posible. Así, el salario del trabajador se verá reducido en ese importe.
Además, desaparecería la formación empresarial tan necesaria en la gestión de las empresas. Y eso es así porque al disponer de una especie de cheque de formación, los trabajadores emplearían ese importe en lo que más desearan, que no tiene porque coincidir necesariamente con las necesidades de la empresa. Además, dado que la movilidad pasaría a ser mayor, a las empresas no les compensaría fomentar la formación de sus trabajadores, dado que pueden irse a otra empresa con todo el know-how.
Con respecto a la supuesta garantía de las percepciones por desempleo, una de las razones para implementar este modelo, carece de toda lógica pensar que será así. Entre otras razones porque, por ejemplo, supongamos una persona con un salario de 20.000 euros brutos anuales; aportando la empresa y el trabajador las cantidades expuestas aquí, acumularía en su mochila una cantidad de 17.000 euros en 6 años. Eso implica que, si plateásemos un periodo de dos años en el paro, la cantidad que podría 'usar' cada mes de su mochila, hasta agotarla, seria de 354,17 euros. Del todo insuficiente para vivir. Para poder mantener un nivel de vida más o menos aceptable debería aportar a la mochila, entre la empresa y el trabajador, un 40% de su salario. No parece viable.
Al final el problema mayor es que provoca que lo que antes era un ejercicio de solidaridad ahora lo convertimos en un elemento de individualismo, con todas las ventajas que eso implica para el individuo pero con todos los inconvenientes que provoca en la sociedad. Abandonamos el reparto y, por consiguiente, la solidaridad por la capitalización y, por lo tanto, el individualismo.
Dicen los expertos que algo hay que hacer con el mercado de trabajo para que funcione mejor y la gente pueda vivir. Y estoy de acuerdo con ellos, aunque creo que es necesario reflexionar sobre el qué. Y ahora estamos en un momento ideal para ello: hay elecciones. Al menos eso opina este economista perplejo.
@juanignaciodeju
En principio, así planteada, la 'mochila austriaca' cumple con una serie de características que la hacen muy atractiva para los legisladores. La primera es que permitiría que se fuese transformando el sistema de pensiones del país desde uno de reparto hacia uno de capitalización de forma natural y sin resultar muy perjudicial para el trabajador. No habría que disponer de unos fondos para pagar prestaciones por desempleo, ya que estarían recogidas en la mochila y el estado no tendría más problema que los gastos de gestión. De la misma manera, acabaríamos con los problemas de los programas de formación continua y sus posibles corruptelas, dado que sería el propio trabajador el que dispusiera de sus fondos para la formación. Es decir, al final desaparecerían unas cuantas líneas presupuestarias que eliminarían parte del gasto y, en consecuencia, de los problemas. Además, este modelo permitiría un ahorro privado más responsable y una mejor distribución de la renta entre el presente y el futuro, por cuanto existiría una correlación entre lo ganado en el presente y lo que percibiremos en el futuro.
Con respecto al desempleo, evita las posibles corruptelas en el cobro de la prestación, por cuanto al final uno cobra lo que ha aportado, ni más ni menos. Y si está trabajando, le interesará no vaciar su mochila pues en el futuro eso serán pensiones y rentas.
Además puede terminar fomentando la movilidad de los trabajadores en búsqueda de nuevos y mejores empleos, ya que al ser la mochila de nuestra entera propiedad, la traspasaremos de una empresa a otra, lo que provoca que aquellos que acumulen un determinado número de años en una empresa no se perpetúen en ella por miedo a perder ese derecho a una indemnización suculenta que le permita acceder al pisito en la playa. En fin, todo ventajas, ya que mejorará la productividad, fomentara la movilidad profesional y la mejora de las rentas.
Y para las empresas, los procesos de ajuste de plantillas son automáticos, no necesita una legislación especial que le permita reducir el coste de las indemnizaciones, no debería existir el FOGASA, puesto que ya lo tendríamos incluido en la mochila. Y dejaríamos de discutir por la indemnización por despido, ni si es procedente, improcedente o nulo el despido. Acabaríamos, además, con el problema de los juzgados de lo social.
Ya digo: un chollo!
Pero no es oro todo lo que reluce. Hay varios puntos negros en ese modelo que deberíamos considerar y, sobre todo, deberíamos evitar. Ya que al final, cualquier modelo es bueno sobre el papel, lo que pasa es que los detalles son el problema.
Por ejemplo, con la mochila austriaca convertiremos el mercado laboral en todos los puestos precarios. No es necesario cambiar los contratos, ni hacer modificaciones en la legislación sobre la indemnización por despido. Eso ya está incluido en el modelo. Eso tiene, fundamentalmente, un efecto desincentivador muy importante, dado que será más o menos indiferente el desempeño. Sólo tendremos una ligera ventaja en el corto plazo, pero ninguna en el largo plazo.
Por otro lado, significará una bajada evidente y de considerable cuantía de los salarios, dado que los empresarios se encontrarán con un nuevo coste: el del despido, que, lógicamente, descontarán del salario para evitar que sus beneficios disminuyan. Y, aunque se establezca una indemnización creciente y cualquier otra eventualidad, el descuento lo harán sobre la máxima posible. Así, el salario del trabajador se verá reducido en ese importe.
Además, desaparecería la formación empresarial tan necesaria en la gestión de las empresas. Y eso es así porque al disponer de una especie de cheque de formación, los trabajadores emplearían ese importe en lo que más desearan, que no tiene porque coincidir necesariamente con las necesidades de la empresa. Además, dado que la movilidad pasaría a ser mayor, a las empresas no les compensaría fomentar la formación de sus trabajadores, dado que pueden irse a otra empresa con todo el know-how.
Con respecto a la supuesta garantía de las percepciones por desempleo, una de las razones para implementar este modelo, carece de toda lógica pensar que será así. Entre otras razones porque, por ejemplo, supongamos una persona con un salario de 20.000 euros brutos anuales; aportando la empresa y el trabajador las cantidades expuestas aquí, acumularía en su mochila una cantidad de 17.000 euros en 6 años. Eso implica que, si plateásemos un periodo de dos años en el paro, la cantidad que podría 'usar' cada mes de su mochila, hasta agotarla, seria de 354,17 euros. Del todo insuficiente para vivir. Para poder mantener un nivel de vida más o menos aceptable debería aportar a la mochila, entre la empresa y el trabajador, un 40% de su salario. No parece viable.
Al final el problema mayor es que provoca que lo que antes era un ejercicio de solidaridad ahora lo convertimos en un elemento de individualismo, con todas las ventajas que eso implica para el individuo pero con todos los inconvenientes que provoca en la sociedad. Abandonamos el reparto y, por consiguiente, la solidaridad por la capitalización y, por lo tanto, el individualismo.
Dicen los expertos que algo hay que hacer con el mercado de trabajo para que funcione mejor y la gente pueda vivir. Y estoy de acuerdo con ellos, aunque creo que es necesario reflexionar sobre el qué. Y ahora estamos en un momento ideal para ello: hay elecciones. Al menos eso opina este economista perplejo.
@juanignaciodeju
No hay comentarios:
Publicar un comentario