Al fin este economista perplejo tiene las cosas claras. Parece obvio que en la actualidad nos encontramos en lo que Keynes denominó Trampa de la Liquidez, es decir, una situación según la cual los agentes económicos somos indiferentes entre tener dinero y tener activos, dado que el precio del dinero es tan bajo y el de los activos tan alto, en términos relativos, que no esperamos obtener rentabilidad de los activos y atesoramos el dinero sin obtener la más mínima remuneración.
Al menos eso es lo que demuestra que del millón de euros puesto en circulación por el BCE entre los meses de diciembre y febrero, 870.000 millones se encuentren depositados en el BCE por los Bancos Comerciales, sin remuneración y con un coste del 1% anual. Por lo tanto, estamos en una situación de peligro financiero que hay que solucionar.
El economista inglés dijo que ante la falta de confianza en los activos, que sea el sector público el que incentive la economía creando demanda de forma que la demanda de dinero vuelva a ser una curva con pendiente negativa con respecto al tipo de interés. Pero nosotros hacemos todo lo contrario: restringimos la actuación del sector público para la sacrosanta consolidación fiscal; restringimos la política monetaria para evitar una hipotética inflación a medio plazo y consideramos que de esa manera la confianza volverá a iluminar nuestra existencia.
Vayamos por partes. La crisis actual, tal y como el profesor Niño Becerra describe, es una crisis de deuda, de modelo de crecimiento basado en el endeudamiento masivo y sin control de todos los agentes: gobiernos, empresas, bancos y particulares. Con dinero extremadamente barato, los agentes nos hemos endeudado para satisfacer nuestro crecimiento. Pero, al contrario que el profesor Niño Becerra, opino que la solución no es primero desapalancarse para después crecer, sino más bien crecer para después desapalancarse. En este caso la propiedad conmutativa si es muy importante. Porque si no crecemos, el desapalancamiento será a base de restricciones y mucho más lento que si dedicamos nuestros esfuerzos al crecimiento a corto y medio plazo de la economía. Con crecimiento de nuestra economía, el rendimiento de nuestros activos volverá a crecer, dado que existirá confianza en la revalorización futura y, de esa forma, la devolución de las deudas será mucho más sencilla. El problema es el cómo crecer.
Si no estuviésemos tan endeudados, podríamos pedir dinero para invertir y crecer, de forma que devolviésemos nuestras deudas (las antiguas y las nuevas) sin ningún problema. Pero estamos muy endeudados, sobre todo los bancos y las empresas, con lo que la solución no es fácil. Ya lo dijo el banquero de cabecera del actual gobierno, presidente del BBVA: el problema es que no hay demanda solvente de crédito. La clave está en esa palabra: solvencia. Y no hay demanda solvente porque no hay confianza en la evolución futura de la economía que posibilite la creación de valor por parte de las empresas. Porque si hay crecimiento económico, el peso de la deuda sobre el total de la renta se reduce, con lo que se produce un proceso de desapalancamiento gradual y natural que posibilita el ajuste sin mucho dolor. Pero como no se ve el final en el túnel, no habrá solvencia en los proyectos y los bancos seguirán a lo suyo: mantener el dinero en el BCE.
Además tenemos un problema de competitividad exterior con respecto al 60% de nuestros clientes, es decir, con respecto a la zona euro. Nuestros competidores han moderado los precios mientras nosotros los hemos incrementado de forma constante, por lo que nuestro tipo de cambio real se ha deteriorado. Para mejorarlo debemos hacer que nuestra moneda se deprecie lo que con tipos de cambio fijos (el euro) resulta imposible. Cuando teníamos nuestra moneda, acudíamos a una devaluación competitiva y solucionábamos el problema. Pero ahora es imposible. Para ello, tenemos que conseguir que el cociente de precio relativos nacionales/exteriores se reduzca, es decir, que bajen nuestros precios o que suban los exteriores. De momento, estamos adoptando la primera opción, es decir, la devaluación interna, con las políticas restrictivas que nos han impuesto, pero nadie habla de la segunda, que suban más los precios exteriores.
Por lo tanto, hay que hacer algo que equilibre el sistema y que nos ahorre en parte la devaluación interna que nos quieren imponer. Ahí va mi receta sin ánimo de ser exhaustivo ni excluyente:
1.- Política monetaria expansiva con tipos de interés al 0% en la siguiente reunión del BCE acompañados de un tipo de remuneración de las reservas de los bancos comerciales en el -1,5%, es decir, que si depositan el dinero en el BCE, tengan que pagar una penalización. Obviamente, para cantidades que superen el mínimo obligatorio mensual. Esto provocaría que los bancos comerciales estén en la obligación de poner el dinero en circulación, que la curva de demanda de dinero vuelva a tener pendiente negativa.
2.- Política fiscal expansiva en los países que tengan un saldo de la balanza comercial con el resto de socios superavitaria. Además, que esa política tenga un claro componente inflacionista en esos países de forma que en dos o tres años la inflación suba hasta el entorno del 4%. Conseguiríamos que el cociente de precios se redujera y mejoraríamos la competitividad de nuestra economía con respecto al 60% de nuestro sector exterior.
3.- En los países del sur de Europa, incentivos a la demanda que no impliquen gasto público, como por ejemplo, la moratoria en el pago de las hipotecas durante 1 año. Sería inflacionario, si, pero con la siguiente actuación mejoraríamos y, sin embargo, conseguiríamos un incremento de la renta a corto plazo.
4.- En esos mismos países, reformas estructurales que permitan un crecimiento a medio plazo con precios reducidos. Hace falta una reforma del mercado de trabajo (ya hecha); una reforma del sector financiero creíble (con la desaparición de alguna entidad emblemática, lo siento señor Rato); una reforma del sector de la energía (pendiente y veremos por donde va); una reforma del sistema de distribución de mercancías en España (habrá que ver); una reforma de transporte (primando formas más ágiles de distribuir); una reforma de la educación, fundamentalmente de la formación profesional antes y después de entrar en el mercado de trabajo (pendiente, y nadie habla de ella); una reforma de la Administración Pública (no sólo evitar las duplicidades); una reforma del turismo (tantas veces anunciada que creo que nadie se la cree); una reforma del sistema asegurador, en tanto que está ligado al sector financiero; una reforma agraria, que prime la productividad y no la producción por las primas; etc.
5.- Obviamente, para que nadie piense que soy un heterodoxo de las actuaciones actuales, consolidación fiscal en aquellos países que lo necesiten con una senda de cumplimiento creíble. Lo importante está en el adjetivo, y lo actual (5,3% y 3% en el año 2013) parece que sigue sin ser creíble, ya que el ajuste es de, aproximadamente, 35.000 millones para este año, sin contar desviaciones del crecimiento, que harán que esa cifra sea pequeña, y de 25.000 más para el año que viene. ¿Alguien piensa que eso es creíble sin que empecemos a pagar por todo y a recibir cada vez menos del estado en cualquiera de sus formas?
Una vez aplicada la agenda reformista y con las políticas fiscales y monetarias expansivas puestas en marcha por el norte de Europa, podremos reequilibrar las balanzas comerciales y volver a pensar en una Europa unida. Mientras tanto, mientras el esfuerzo debamos hacerlo sólo unos, las tensiones sobre el euro seguirán y el final será la vuelta a las monedas antiguas con las consecuencias que de ello se derivarán en el futuro, es decir, empobrecimiento masivo de la población y vuelta a los planes de desarrollo de los años 60. Mal asunto.
@juanignaciodeju
PD. La OCDE dice que los indicadores de actividad en España llevan tres meses mejorando, mientras el gobierno opina que hasta el año que viene no veremos luces tenues en el horizonte. ¿Quién tiene razón? Pues no lo sé. De momento X en la quiniela. Pero si tiene razón la OCDE es para matar a alguien con barba o sin ella. Y si tiene razón el gobierno, para cesar a algún responsable del organismo.
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