viernes, 20 de septiembre de 2013

ESTAFAS QUE NOS PERSIGUEN III: LA CRISIS


Uno que ya tiene unos años recuerda como a principios de los años 90 los ministros de economía de este país nos decían que el estado del bienestar era impagable y que tendríamos que renunciar a él. Y leía periódicos que decían que los gobiernos eran unos manirotos por aquello de gastarse el dinero en cosas tan ‘poco productivas’ como la sanidad, la educación, el desempleo. Y recuerda como un ministro de economía llamado Solchaga era el primero que se dedicaba a hacer reformas en el desempleo limitando los derechos de los ciudadanos.
Otro ministro de economía que ya lo fue en aquella época, Solbes, dijo solemnemente a la ciudadanía que aquellos que en los noventa tuvieran entre 40 y 50 años deberían pensar que no iban a cobrar una pensión del Estado. Y, por supuesto, los más jóvenes era evidente que pagarían las pensiones que nunca iban a cobrar.
Y había un país, Alemania, que se ponía ejemplo de reducción del estado del bienestar porque eliminó un derecho de sus trabajadores: el de pasar una semana al año a costa del estado en un balneario.
Es decir, que hace ya 20 años que, con motivo de una crisis económica ocasionada por la deuda (ya sea pública o privada) se nos amenazaba con que el estado del bienestar era inviable y que deberíamos pensar en liquidarlo.
Y los gobiernos ya nos decían que eso de que el Estado pagase la educación, la investigación y la sanidad de la población en general era inviable y que había que establecer un sistema de copago que posibilitara la supervivencia del sistema.

Es decir, hace 20 años que aquellos que influyen en la economía (que no los gobiernos, que de esto no saben) ya nos advertían que algo teníamos que hacer.
20 años después, después de una crisis de deuda (básicamente privada, no lo olvidemos) se nos dice que el Estado no puede pagar el sistema del bienestar y se nos empiezan a recortar los derechos: nos hacen pagar parte de la sanidad; nos hacen pagar una parte cada vez mayor de la educación no obligatoria; se deja de financiar el sistema de investigación con dinero público; se recortan los derechos laborales de los trabajadores lo que ocasiona una disminución salarial y, en consecuencia, de la renta y el consumo, … Se ha aprovechado que hay un problema para aplicar un programa económico de máximos que hemos evitado durante muchos años.
Y no es casualidad que en los países europeos, único continente con un sistema de protección social avanzado, los países centrales estén todos gobernados por gobiernos de un mismo color político, y que el único que no lo está, Francia, se le diga que tiene que actuar urgentemente antes de tener un serio problema de financiación.

Porque la crisis que estamos viviendo esta ocasionada por un sobreendeudamiento privado, especialmente en España. Cuando comienza la fiesta, allá por el año 2008, nuestro país tenía sólo un 50% de deuda, mientras que el sector privado ya estaba cerca del 300%. Luego no era un problema de insostenibilidad del sistema de pensiones, o de exceso de gasto del sistema sanitario, que lo había; ni de excesivos profesores en las aulas; era un problema de deuda privada lo que provocó que la economía frenase en seco y provocase lo que estamos sufriendo en la actualidad.  Y no era un problema de déficit público por el excesivo gasto sanitario del estado el que ocasionó que los bancos no pudieran financiarse en los mercados, sino la propia codicia de los directivos que acumularon deuda incobrable procedente de los derivados norteamericanos que ni ellos mismos sabían que los tenían.
A finales del año 2008, el primer ministro laborista del Reino Unido, Gordon Brown, solicitó solemnemente a los bancos ingleses que le dijeran cuántos de sus activos eran tóxicos para que el gobierno británico los comprase y así pudieran funcionar. No hubo respuesta. O no lo sabían o no lo querían decir.
Aquí se hizo algo parecido. El gobierno les dijo a los bancos que les avalaba deuda por importe de 150.000 millones de euros con tal de que la utilizaran para limpiar sus balances y deshacerse de los activos no útiles. El resultado lo conocemos todos: no lo hicieron y, al final, les tuvimos que nacionalizar (en el caso de las cajas, en primer lugar privatizar e inmediatamente después, nacionalizar: una jugada redonda, en sentido literal). Y la broma nos costó otros 40.000 millones adicionales.
Y, al final, la conclusión que los que mandan han puesto en boca de los políticos: ‘hemos vivido por encima de nuestras posibilidades’ no es una frase vacía, encierra toda la filosofía que nos están aplicando inmisericordemente a los ciudadanos. Pero con una salvedad: los que hemos vividos por encima de nuestras posibilidades éramos el sector privado; el ajuste lo estamos haciendo en el público.
Y tampoco es casualidad que los recortes se estén realizando en aquellas áreas donde el sector privado está más implantado: sanidad, educación, investigación. ¿Por qué ningún gobierno ha planteado, por ejemplo, la desaparición de todos los cuerpos de policía duplicados? ¿o del ejército, transfiriendo esa función a la OTAN?, ¿o de las embajadas, proponiendo la fusión de todas las delegaciones de los 27 en una sola?. No se generaría negocio, luego no es interesante.
En definitiva, que la crisis, que es cierta, se ha utilizado, como siempre, para aplicar unos postulados específicos, con el argumento de que no podemos hacer otra cosa. Y eso implica que dejamos de pensar por nosotros mismos y aplicamos las recetas que nos mandan, aun cuando estén equivocadas, que lo están a pesar de los resultados que nos estén vendiendo. Y que se aprovecha una cosa (la crisis de deuda) para eliminar aquello que no nos interesa (el estado del bienestar) sin que se produzcan protestas. Y al final hasta lo conseguirán.
 
 
@juanignaciodeju

viernes, 13 de septiembre de 2013

ESTAFAS QUE NOS PERSIGUEN II: LOS MERCADOS

La elucubración sobre el futuro que nos espera es un ejercicio al que me he dedicado en las últimas semanas con el objetivo de completar la serie de artículos que comencé con los bancos de inversión. Si no somos capaces de controlar el funcionamiento de los mercados financieros (y después de seis años de crisis, seguimos igual que al principio) abandono cualquier intento de reformar lo más básico y, simplemente, me dedico a elucubrar sobre cómo serán las cosas en el futuro en función de cómo han evolucionado hasta el momento actual.

Y en ese ejercicio me he sorprendido intentando conocer los mercados actuales y su evolución futura. Y he comprendido que, en la gran mayoría de los casos, son estructuras que tienden a la concentración y a la dispersión, situación contradictoria que pienso mantener. Tienden a concentrarse, creando inmensas estructuras empresariales que son capaces de dominar los mercados y, en lugar de continuar según el modelo económico del líder y seguidor, a dispersarse los demás en busca de nichos de mercado más específicos y que les permitan mantenerse, pero que rápidamente generan entradas de nuevos competidores y, en consecuencia, de estrechamiento de los mercados y abandono de las empresas.

Por ejemplo, los bares. Antes las cafeterías o los bares eran lugares indefinidos, que se mantenían por la inercia y donde no existían excesivas diferencias entre ellos, de forma que uno podía entrar en cualquiera y tomarse las mimas cosas. La diferencia la encontrábamos en la excelencia de la persona que se encontraba tras la barra. En la actualidad, se tiende a una concentración del negocio en pocas manos, existiendo cadenas de cafeterías como Starckbucks, donde uno se toma un café, o de restaurantes como los 100 montaditos o Cañas y Tapas, donde la especialidad es la misma. Y sólo termianrán sobreviviendo aquellos bares tradicionales donde exista una especialidad muy marcada en algo muy concreto, pero que les permita mantener una relación calidad / precio adecuada y, obviamente, unos beneficios suficientes para mantenerse en el mercado.

Eso implica que los mercados, tal y como los hemos estudiado hasta el momento en la disciplina de la teoría económica, están desapareciendo y generándose nuevos modelos que deberemos comprender y estudiar. Modelos que se basarán en la dualidad de Muy Grande/Muy Pequeño, es decir, algo donde podemos encontrar lo general (Muy Grande), donde no tendremos problemas de nada, y varias mucho más pequeñas que se especializarán en aquello que el otro no pueda abordar. Eso significa que todo aquello que no se adapte a este modelo tenderá a desaparecer. Si nos fijamos en los mercados de distribución, las grandes cadenas serán las dominantes en el futuro, pero existirán oportunidades de negocio en aquellos productos que no sean capaces de cubrir y que deberán ser abordadas por los Muy Pequeños. Es una fragmentación de los mercados evidente, que posibilita la concentración en pocas manos de grandes cantidades del mercado dejando las minucias para el resto, generándose nuevos mercados cada vez más pequeños y con muy pocos oferentes.

Esta estructura implica varios peligros desde el punto de vista de la economía. En primer lugar, la concentración implica disminución de la competencia, el dominio del mercado y, obviamente, la existencia de precios más elevados. Si cogemos el mercado de la distribución de petróleo en España, la concentración en pocas manos ha propiciado que los precios puedan subir en condiciones donde la teoría económica predeciría una bajada por la disminución de la demanda. O la electricidad, donde la concentración de la distribución implica que el precio no baja aun cuando la demanda disminuya. La teoría económica no explica esos procesos, al caer la demanda el precio debería bajar, pero está subiendo.

Y esta nueva forma de organizarse los mercados implica que la sociedad debe cambiar de forma de actuar y adaptarse a esta nueva realidad, donde tendrá más peso el marketing que la calidad y donde el éxito a corto plazo será más fácil, pero más complicado mantenerse a medio plazo. Al mismo tiempo, las superestructuras que se generan tendrán tal peso en la sociedad que se convertirán en sistémicas, de forma que el papel de los estados se modificará hacia protector de los muy grandes por su importancia en la economía. ¿Algún político podría aceptar que, por ejemplo, el Corte Inglés se declarara en quiebra? Parece que si eso fuera a ocurrir, la actuación del político sería la de ayudarle para evitar esa mancha.

Por lo tanto, tendremos sectores clave dominados por empresas clave. Y los estados deberán abandonar el capitalismo en ciertos momentos para ayudar a esas empresas clave en esos sectores clave, dejando todo lo demás al margen. No será posible que cualquier gobierno deje caer a una empresa como Endesa, aunque le dará igual que se hundan todas las empresas generadoras. Ni, por supuesto, podrá dejar que una empresa como Repsol desaparezca, aunque le importará poco que la gasolinera de la esquina tenga que cerrar. Ese es el modelo que se está construyendo y al que nos tendremos que ajustar, aunque no nos guste.

Ya lo hemos visto con los bancos y en el futuro lo veremos con todos los demás sectores clave de la economía. Por lo tanto, lo primero que tendríamos que hacer es empezar a crear estructuras de salvamento de esas empresas, mecanismo de regulación de las actividades y tasas específicas para la resolución de los problemas. Cualquier cosa que no vaya en ese camino nos conducirá a situaciones como las vividas con los bancos.

Aunque lo más racional sería modificar el funcionamiento de los mercados, establecer de nuevo la competencia, liberalizar los sectores y evitar la concentración de las empresas generando oligopolios u oligopsonios. Pero eso es lo racional, no lo habitual. Y ya no espero nada de racionalidad en los que mandan.





@juanignaciodeju