viernes, 10 de julio de 2020

ALGUNAS PROPUESTAS PARA LA RECONSTRUCCION

Ahora que estamos empezando a ver la salida de la pandemia nos encontramos con un sistema económico muy dañado por el parón de la actividad, una caída del PIB cercana al 10% al final del año, una recuperación más lenta de lo esperado y una tasa de paro del 20% como consecuencia de la inviabilidad de algunas empresas. Ante este panorama deberemos pensar qué hacer en el futuro, o como nos preguntaban cuando eramos pequeños, qué queremos ser de mayores.
Porque el sistema económico va a tener que reinventarse. Nuestro principal problema, por el que vamos a tener un impacto mayor de la crisis, es doble: por un lado, el tamaño de nuestras empresas, muy pequeñas, casi microempresas, que son las que generan un mayor volumen de empleos; y actividades muy intensivas en capital humano, por lo que se encuentran muy expuestas al ciclo económico. Para poder visualizarlo mejor, nos encontramos con muchos bares en las calles. Y eso implica que el impacto sobre ellos de esta situación es brutal. Y aunque se ha hecho un esfuerzo muy serio en mantener la actividad, tanto público como de los propios empresarios, que han reabierto a pesar de las circunstancias, parece que el futuro no es muy halagüeño con ellos.
Por lo tanto, llega el momento de reinventarse y apostar por algo distinto. Algo que nos proporcione otra estructura económica. Hay que buscar nuevas soluciones. Con el gobierno de Aznar, se provocó un incremento del empleo con la construcción, con aquella frase del Vicepresidente que dijo que se construían más viviendas que el Alemania, Francia e Inglaterra juntas; con el gobierno de Rajoy, nos centramos en el turismo y creció el empleo de forma considerable. Ahora toca hacer cosas nuevas. Aporto algunas ideas.
En primer lugar, como soy muy pesado, habría que apostar por la innovación. Se ha presentado un plan para invertir 1.000 millones en ciencia, pero supongo que será en Inversión y en Desarrollo. Ahora tocará incentivar a las empresas españolas para apostar por la innovación, por poner en el mercado los productos que hemos investigado. Y eso puede hacerse con incentivos fiscales o con ayudas directas o con entrada en el capital de las empresas. Pero si procedemos a innovar, se crearán empleos de calidad y aumentaremos nuestras exportaciones. Una bonita solución.
Hay que apostar por otro modelo energético. Debemos ser capaces de cambiar nuestro consumo energético. Apostar por las energías renovables y, muy importante, interconectar toda la península, cosa que está pendiente desde el MOU del 'préstamo en condiciones muy favorables' que estamos todavía pagando. Eso nos permitiría también aumentar nuestras exportaciones, fundamentalmente hacia Portugal y Marruecos, reducir nuestras importaciones y poder negociar con nuestros derechos de emisiones de CO2.
Hay que reformar (una vez más) el sector eléctrico. Quitar todo aquello que nos hemos inventado para aumentar los ingresos en el sistema y fomentar un precio más razonable. Si conseguimos que disminuya el precio, conseguiremos atraer empresas del sector secundario.
Hay que apostar por la industria alimentaria segura aprovechando las buenas condiciones que disponemos en este país. Otra forma de incrementar nuestras exportaciones. Parece poco razonable que el aceite de oliva español se venda a Italia quien lo envasa y lo exporta a EE.UU. No parece algo bien planificado.
Hay que apostar por una nueva movilidad, más basada en los automóviles eléctricos que en otras fuentes. Ello implica invertir en I+D+i, otra vez. Y buscar fuentes más permanentes de obtención de energía, como puede ser el hidrógeno.
En fin, que campo hay. No hay por qué volver a la construcción y al turismo, sin necesidad de abandonar esos campos, que de todo se puede vivir. Pero no fiar todo a la construcción y al turismo. Eso no nos inmunizará de otra situación como la vivida, obvio, pero nos permitirá tener una base más sólida. Y de algunas de estas cosas ya las he propuesto en otros momentos, pero nadie me hace ni caso. Será porque estoy perplejo. No lo se. Pero yo insisto.


@juanignaciodeju

martes, 2 de junio de 2020

A PROPOSITO DEL INGRESO MÍNIMO VITAL

El gobierno ha aprobado el proyecto de Ingreso Mínimo Vital. He de decir que yo no he sido nunca partidario de este tipo de medidas, incluso lo critiqué en su momento cuando lo prometió Podemos, pero en la actualidad me parece un producto imprescindible. Además, por contra de lo planteado por la mayoría de la gente que he leído en diferentes redes sociales, he de decir que no es tan catastrófico como se plantea. Vayamos por partes.
¿Es necesario? En una situación de grave crisis social, con un impacto tan acusado por el parón provocado por el Coronavirus, parece que es una forma de actuar de lo más razonable. Como siempre ocurre, el diablo está en los detalles de la medida, pero es comprensible que se aplique alguna medida que amortigüe la situación. Hay que tener en cuenta que muchas personas se encontraban trabajando en negro, tales como algunas empleadas de hogar, camareras de piso, profesores particulares, camareros de algunos (la minoría) de los bares y restaurantes, etc, que el confinamiento y el cierre del país les ha dejado sin ninguna posibilidad de ingresos. Porque no pueden acogerse a ninguna de las medidas que se han puesto en marcha por parte del gobierno para amortiguar el golpe. Claro que en parte la culpa es suya por estar en una situación irregular, en eso estamos de acuerdo, pero es obvio que eran un colectivo con graves carencias que teníamos que abordar. 
Una vez determinado eso, debemos ser capaces de organizar la situación para evitar que sigan en situación irregular, lo que es complicado. Pero es necesario poner en marcha algo que le sirva de red de seguridad.
Además, la mayoría de las Comunidades Autónomas ya poseían una renta parecida, vinculada a determinadas variables. Luego no es una medida nueva, ni siquiera novedosa. Y si las CC.AA. la pueden poner en marcha, es mucho más justo que la medida emane del estado y que sea gestionada por las CC.AA. No creo que sea algo pernicioso.
Por otro lado, es una medida económicamente expansiva. El Ingreso Mínimo Vital se dedicará básicamente al consumo, dado que será recibido por colectivos muy necesitados. Pues bien, en función de la teoría económica, y teniendo en cuenta la teoría del multiplicador, con una propensión marginal a consumir alta, el IMV generará un impacto positivo de unas 3 veces su importe, es decir, que si se gastan 3.000 millones en el IMV, el impacto sobre la economía será de 7.000 millones y, en consecuencia, considerando una recaudación media del 30%, se generarán unos 2.100 millones de euros de retorno a las arcas públicas. Eso implica que el coste de la misma será prácticamente nulo.
Me recuerda al momento cuando se puso en marcha el programa de vacaciones del INSERSO. Se dijo de todo, desde que era un despilfarro hasta que serviría como pago del balneario de los próceres del partido que lo ponía en marcha (curiosamente, el PSOE). Todos los estudios económicos demostraron que era una medida extremadamente positiva, ya que aminoró la estacionalidad del sector turístico, incrementó los ingresos fiscales del estado, disminuyó los gastos en prestaciones por desempleo y mejoró la fijación de la población en determinados núcleos urbanos costeros. Hasta el ministro Solchaga, inicialmente contrario a la medida, terminó convencido de la bondad de la misma.
Por lo tanto, dadas las circunstancias actuales, parece una medida adecuada, ha sido bien elaborada por un equipo competente y puede resultar casi neutra en el impacto fiscal. ¡Ni que la hubiese diseñado un economista perplejo como yo!



@juanignaciodeju

miércoles, 22 de abril de 2020

¿PODEMOS SALIR?

Parece que según todos los estudios que se están haciendo (económicos, se entiende) se puede confirmar que saldremos de esto con una forma tipo el logotipo de la empresa Nike, sin menoscabo de que si lo ponemos en barras nos dé el logotipo de la otra marca, Adidas. Eso nos da esperanza, porque veremos mucho sufrimiento, si, pero también será corto. 
Y aquí surgen otras dos noticias relativamente importantes. Por un lado, la propuesta del gobierno español para la financiación de la salida en Europa y, por otro, el inicio de la 'desescalada' que empiezan a poner sobre la mesa los gobiernos.
Lo primero, la gestión europea de la reconstrucción, faltan mucho detalles de cómo se pondrá en marcha, porque se pondrá. 1,5 billones de euros de financiación perpetua y a tipos de interés muy reducidos avalados con el presupuesto de la UE. Eso es, aproximadamente, un 10% del PIB de Europa. No está mal. Sobre todo porque se movilizarán muchos más de origen privado. Lo importante es en qué se emplearán y qué sectores se verán afectados. Porque si algo debemos empezar a tener claro es que la estructura actual de las economías va a saltar por los aires. Eso significa que, por poner un ejemplo, en España reduciremos mucho nuestro sector turístico y de restauración y, por lo tanto, debemos incentivar otros sectores.
¿Cuál será nuestro problema para, por ejemplo, incrementar nuestra industria? Pues nuestra estructura salarial y de protección del trabajador. Y debemos ser capaces de competir con los salarios chinos. ¿Cómo lo hacemos?. Ahí debemos tener en cuenta dos conceptos que, aunque los manejamos con soltura, nunca los entendemos y, en consecuencia, nunca los aplicamos: la productividad y la I+D+i.
En primer lugar, la productividad. Entiendo por ello la definición clásica de la economía: incremento de la producción por unidad de factor variables adicional. Es decir, cuánto se incrementa la producción (física) cuando incrementamos una unidad el trabajo. Si somos capaces de incrementar la productividad más que otros podremos producir nosotros y no otros (o y otros). Existe un ejemplo típico de ésto que fue la fábrica de Ford al inicio de la producción de los automóviles. Ford identificó y puso en marcha aquellas cosas que podían incrementar la productividad de sus trabajadores y los aplicó con mucho éxito. En ese caso la clave era los salarios y, en concreto, los salarios de eficiencia. En la actualidad no parece un buen indicador, luego habrá que investigar otros.
Junto a la productividad, debemos tener en cuenta la otra pata del proceso, la I+D+i. Debemos acostumbrarnos a pensar que no es un gasto, que es una inversión. Deberemos dedicar más cantidad del presupuesto a la I+D+i y centrarnos en la i, es decir, la innovación. Ya lo escribí en otros post de aquí, en este país somos muy buenos en la I y en la D, pero hacemos muy poco en la i. Es decir, dejamos la implantación de los avances en la ciencia (y, por lo tanto, también en la economía) a otros y nos conformamos en vender nuestros avances. Eso  nos lleva a invertir en cosas que luego aprovechan los demás, y eso lo deberemos cambiar. Esto ocurre porque la filosofía clásica en este apartado es que la innovación, en cuanto a puesta en proceso productivo de los avances, deben hacerlo las empresas. Y perdemos muchas oportunidades (y rentas). Sería un gran avance que abandonáramos la frase de Unamuno 'Que inventen ellos' por otra más certera de 'Apliquemos lo inventado'.
Y ¿cómo hacemos todo esto? Pues mediante algo tan 'arcaico' como la formación continua. Pero de verdad, no como mero incentivo para gastar fondos asignados sin monitorizar los resultados. Si somos capaces de canalizar los fondos para todo esto hacia la innovación y la formación continua bien estructurada y muy bien organizada, podremos salir más rápidamente de la crisis y posicionarnos en los mercados con un nuevo brío. Como ya dije antes, de la I Guerra Mundial salimos con los locos años 20; de la II Guerra Mundial salimos con el incentivo de la industria europea y con crecimientos sostenidos durante 3 décadas; de la III Guerra Mundial, ésta, debemos ser capaces de salir reforzados. Luego ya tenemos algo en lo que centrarnos: vamos a ser capaces de poner en marcha las cosas que hacemos con eficiencia y generar puestos de trabajo y rentas en este país.
Y ¿en qué sectores industriales debemos centrarnos? Pues no lo sé. Si lo supiera ya habría invertido en ellos, pero no lo sé. Si percibo que lo más importante en el futuro será la flexibilidad de las instalaciones, en empresas que sean capaces de hacer varias cosas con muy pocos cambios. Porque podemos tener la tentación de centrarnos en la biotecnología pensando que el futuro va a estar más centrado en la salud y en evitar otra pandemia. Pero puede que nunca más nos enfrentemos a una nueva pandemia y los problemas nos venga por otro lado. Por lo tanto, flexibilidad.
Queda la segunda parte, es decir, ¿cuándo salimos? Es necesario saber cómo se va a ir retornando a la normalidad, urgentemente. La ciudadanía necesita saber cuál es el horizonte al que se enfrenta; cuándo podrá volver a trabajar y a ganar dinero para pagar sus facturas; qué va a pasar con sus asignaturas y sus exámenes, lejos de la vaga alusión a 'promocionar es la norma'; qué horizonte puede ver para su hipoteca, si la tiene, o su alquiler, al margen de los créditos que le han prometido; qué va a pasar con sus patologías que en este momento no se está tratando por miedo o al colapso de los hospitales. Son respuestas que  nos tienen que dar de forma urgente y con un plan bien diseñado, que además provocaría una especie de faro que serviría de guía para que la gente entienda lo que está pasando. No bastan con los 'aplanamientos de curvas', 'doblegar la curva' y estas cosas. Un plan con  plazos flexibles y metas concretas.
Esto es una pandemia y no tenemos ningún modelo en el que fijarnos. Todo es nuevo, pero, al menos yo, sigo en estado de perplejidad permanente. No soy capaz de interpretar ni los datos, ni las señales, ni las palabras de unos y otros. Necesitamos certezas. Es urgente.



@juanignaciodeju


jueves, 16 de abril de 2020

LA SALIDA DE LA CRISIS NIKE

¿Empezamos a pensar en el futuro? Lo planteo porque las cosas pueden empezar a ser más razonables y debemos ir planteando qué hacer para poner las cosas en marcha. Y, sobre todo, qué va a cambiar y qué no en la economía. Es complicado predecir, ya que nadie tiene una bola de cristal y, lógicamente, el mundo va a cambiar muy sustancialmente después de esta crisis. Voy a hacer mi conjetura y, dentro de unos años, espero haberme equivocado. Pero para entonces, ya todo dará igual.
¿Va a desaparecer la globalización? No lo creo. La globalización ha llegado para quedarse. Es obvio que grandes multinacionales que producen a escala global no van a desaprovechar los rendimientos a escala que existen por la producción. Y que los salarios y la protección social en China y la India seguirán siendo muy bajos. Por lo que las grandes empresas globales seguirán produciendo en esos lugares. Otra cosa es que nos hemos dado cuenta que tenemos ciertas carencias que hay que ir reestructurando y, obviamente, recentralizando.  Eso va a provocar que lo que realmente salga fortalecido de esta crisis va a ser la capacidad de adaptación. Fabricas que sean capaces de transformarse en muy poco tiempo para producir distintas cosas. Por ello, necesitaremos a los ingenieros que hemos formado y mandado a trabajar por ahí.
Va a salir fortalecida también las empresas de logística, tanto por su capacidad de acceso a las redes mundiales de suministro como por la nueva fiebre por los stocks mínimos que vamos a sufrir. Supondremos que hay que tener una capacidad de suministrar ciertos materiales y, por lo tanto, vamos a determinar stocks estratégicos para evitar desabastecimientos. Pero, obviamente, eso no será suficiente.
Otra cosa que va a mantenerse, muy a pesar de algunos, será la economía. Tal y como la conocemos hasta el momento, es decir, va a seguir funcionando el mercado. Van a seguir la oferta y la demanda y los equilibrios. Otra cosa es que cambiemos nuestra percepción de los precios. Ya no van a ser los únicos que guíen las decisiones de las personas; van a ser importantes, es obvio, pero vamos a relativizar su influencia en la toma de decisiones. Ello nos llevará a aceptar precios superiores en determinados productos.
Bueno, empecemos con las previsiones más mundanas. Nos vamos a enfrentar a una caída del PIB descomunal, nunca vista en un trimestre. Propia de una guerra, que es lo que estamos sufriendo. Y la salida será relativamente rápida, o relativamente lenta, según lo miremos. Será una salida que podemos denominar, NIKE, es decir, caída brusca y recuperación gradual. Y eso por el efecto de todo lo que estamos haciendo, de toda la política fiscal que estamos aplicando.
Y esa política fiscal lleva aparejada un incremento descomunal de la deuda y del déficit. Esa será una de las primeras cosas que nos obligarán  a solucionar, el déficit, que de la deuda tendremos mucho más problemas. Me atrevo a hacer una predicción: todo el incremento de la deuda que tengamos como consecuencia de la epidemia, toda, deberá ser aparcada en los bancos centrales sin posibilidad de recuperación. Pero sólo la deuda como consecuencia de la acción de los gobiernos para el control de la pandemia. Es decir, la deuda que estamos generando en el momento actual. Esa deuda deberá irse diluyendo en los sucesivos resultados del banco central. Estamos de acuerdo que es una situación excepcional, por lo que necesitamos soluciones excepcionales.
Y después vendrá la reconstrucción, pero para eso espero a otro momento. Deberíamos ir sector a sector viendo cómo pueden ir recuperando su actividad, cómo pueden avanzar. Porque la crisis afecta de forma muy diferente a todos ellos. De momento lo dejamos ahí, que todavía estamos confinados y no veo mucho más allá de la casa de enfrente. La recuperación será una fase que debe implicar acuerdos, colaboración, cesiones, apoyos, ... No sólo a nivel estatal, también europeo y, obviamente, mundial. Creo que me acaba de afectar algo al cerebro. Tanta colaboración no cabe en este mundo de egoísmos e individualismos. Yo, desde luego, continúo perplejo de todo lo que está pasando y por lo que se atisba en el horizonte.



@juanignaciodeju


jueves, 2 de abril de 2020

ANTE LA CRISIS DEL CORONAVIRUS

La realidad se empeña en que mi retirada del mundo blog no pueda realizarse definitivamente y me veo obligado a volver a ¿amenizaros? la existencia. Voy a intentarlo, por lo menos, aunque tengo claramente sensaciones contradictorias y, por lo tanto, es difícil pensar con claridad.
No vale la pena pensar en lo que hubiéramos podido hacer o no antes de esto, tiempo habrá para analizar lo necesario. Fallos lo ha habido; malas decisiones también; pero como dije un día, de la crisis del 29 se salió con la II Guerra Mundial y de la crisis del 2007 tenemos una guerra diferente. Si de la I Guerra Mundial el mundo vivió los gloriosos años 20, de la II Guerra Mundial se pasó a la mayor época de crecimiento del mundo, pensemos en lo bueno que podemos obtener de está 'guerra' contra un enemigo que no vemos pero que debemos atacar como lo hicimos en su momento.
Lo primero que debemos analizar es cómo vamos a salir de ésta. Espero que los responsables estén ya pensando en qué hacer, cuándo terminará esto y demás. No lo dudo. Y eso es fundamental para poder hacer un buen análisis y una buena evaluación de las políticas públicas que deberemos poner en marcha. Habrá que desempolvar manuales de economía que están escritos desde hace muchos años y dejar de pensar exclusivamente en términos monetarios. 
Porque los datos de empleo de hoy en España lo que nos muestran es que hay un shock de demanda claro. Una caída grande de la demanda que ha provocado un parón de la actividad. Antes del impacto, no existían graves problemas en la economía española, salvo determinadas expectativas de que las cosas iban a moderarse. Existía un problema de gestión de determinadas acciones, como pensar que los ingresos fiscales son como el chicle que se estira sin problema, y de gestión de los gastos del estado, que estábamos pensado en que todo era factible sobre el papel. Pero la llegada del impacto ha hecho que todo eso quede al margen y que la sociedad se encuentre muy asustada.
Bien, pensemos entonces en qué tenemos que hacer una vez ésto se ponga en marcha. Por lo tanto, lo más importante y urgente ahora es mantener el mayor número de empresas y actividad económica en marcha de cara al futuro. Porque el Estado no puede soportar el 100% de la actividad económica, como ya se demostró en las economías de tipo soviético, donde había constantes excesos de demanda en la economía y no se producían los ajustes necesarios porque la planificación no lo permitía. Por lo tanto, necesitamos al sector privado de la economía y, desde luego, debemos mantener el mayor número de empresas en funcionamiento. Incluso asumiendo riesgos a medio plazo para el Estado, como se hizo con el sistema bancario. 
En segundo lugar, tendremos que evaluar los sectores uno a uno y poner en marcha medidas para cada uno de ellos de forma individualizada. Por poner un ejemplo, lo bares y restaurantes, cuando volvamos a la normalidad, probablemente sean los últimos en incorporarse al sistema y cuando lo hagan tendrán serias restricciones a su funcionamiento. Eso implica que deberemos establecer un protocolo específico para ellos que permita salvar al mayor número posible de empresas.
Tendremos un problema claro con nuestra principal industria, como es el turismo. Tendremos que diseñar planes de actuación para que los españoles cubramos el hueco que dejan los extranjeros en nuestros hoteles y playas, al menos en el primer momento. Luego ya veremos cómo evoluciona. Deberían hacerse ofertas muy suculentas para los meses de verano e incrementar el periodo hasta los meses de otoño.
Las aerolíneas sufrirán una restricción de movimientos en un  primer momento y durante varios meses. La globalización no se va a parar, eso es obvio, pero los movimientos humanos se van a ralentizar, al menos en un primer momento. Buen momento para empezar a hacer I+D en ese sector.
Vamos a tener sectores que se vean muy beneficiados, bien porque la falta de movimientos va a provocar un parón del comercio internacional, bien porque desde los gobiernos tendrán que replantearse la lista de productos estratégicos. Sobre esos sectores tendremos que sustentar la reconstrucción. 
En tercer lugar, necesitamos que los distintos actores políticos se pongan  en marcha conjuntamente. Para poder pedir que exista una salida conjunta a la crisis en términos europeos, necesitamos primero que los políticos de aquí se pongan de acuerdo para iniciar las políticas y mutualizar los esfuerzos. Hay que abandonar las ideologías y ponerse manos a la obra para solucionar el problema. Luego les podremos exigir a nuestros socios que nos ayuden.
En fin, solo son unas ideas previas para poner en marcha las soluciones a esta situación. Como siempre, nadie me hará caso y harán bien. Solo son los pensamientos de un economistas perplejo y confinado.


@juanignaciodeju

miércoles, 12 de diciembre de 2018

LO QUE HEMOS PERDIDO (Y DEBEREMOS RECUPERAR)

Vuelvo a meterme por aquí a contar las miserias que veo y a evacuar mis frustraciones con el objetivo de ahorrarme la pasta en psicólogos. Es un buen método de controlar la verborrea mental y así no tener problemas.
El caso es que pensando en la actualidad me he asustado razonablemente: tenemos a Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen, Nigel Farage, VOX, Torra, Puigdemont, Casado, Abascal, Maduro, Iglesias, Putin, Kurz ...
No sigo porque me deprimo. El caso es que tanta gente de extracto antisistema en entornos tan distintos y con sociedades diferentes, alcanzan situaciones similares con discursos simples. Eso me da qué pensar, y la conclusión que obtengo es que algo hemos tenido que hacer para que las minorías tan extremas se encuentren alcanzando altas cotas de poder.  Y en ese algo he encontrado un punto de conexión que debemos mirar, y es la desaparición de la clase media.
La clase media, ese conjunto social donde nos encuadramos casi todos, era un constructo ideológico que pretendía encuadrar a la mayoría de la sociedad con un objetivo común: ascender socialmente y alcanzar mejoras en la vida. El caso más gráfico de la clase media en España lo representa el personaje de Antonio Alcántara en la serie 'Cuéntame cómo pasó'. Un hombre venido del pueblo manchego en la posguerra  a Madrid para trabajar de conserje y cómo, paso a paso, va ascendiendo en la escala social hasta alcanzar el sumum: vivir en el barrio de Salamanca con criada. Luego cayó, fruto de los desmanes de la clase media que, en su intento de ascender, se dejó engañar por los productos financieros que no eran capaces de conocer y controlar.
Esa clase media era defendida por diversas instituciones que hemos ido laminando como consecuencia de ser declaradas 'instituciones obsoletas o caducas'. La primera de ellas eran los sindicatos de clase. Organizaciones que se encargaban de asegurar que el ascensor social seguía funcionando y que la gente iba a ser capaz de apuntarse al ascenso y vivir mejor. Claro que nos llenaban las calles de huelgas y liberados sindicales que sólo protestaban. Y es por ello que decidimos acabar con esa situación. Los actuales sindicatos de grupo, aquellos que se centran en las profesiones, no son capaces de mejorar la vida de las personas más allá de su grupo. La primera que hizo alarde se esta política fue Margaret Tacher. A ella le debemos la primera piedra.
La segunda institución que hemos dejado caer son los impuesto progresivos. Eran la garantía de que cada uno de nosotros contribuíamos adecuadamente al sostenimiento de los gastos del estado. Nos sentíamos partícipes del estado y pagábamos según nuestra renta. Pero llegaron los que propugnaban por 'simplificar' la gestión y acabaron con los tramos y los redujeron a tres o cuatro. De forma que, al final, casi todos pagamos lo mismo. Sucesivas reformas impositivas han ido reduciendo la progresividad a costa, claro está, de la clase media. La última idea que se asoma en el horizonte es el tipo único. Esperemos que no llegue nunca. 
Hubo reducciones del estado de bienestar, que también generaba un cierto sostenimiento de la clase media. Las subvenciones y las ayudas que se daban o se planteaban para la clase media dejaron de existir y se centraron casi exclusivamente en los más necesitados, por aquello de que 'había que ahorrar para poder bajar los impuestos'. Y, claro, la clase media se quedó sin ayudas. 
Se demonizaron otras dos instituciones claves para la clase media: la Sanidad y la Educación. Se priorizaron las situaciones semiprivatizadas, tales como los conciertos educativos y la gestión económica de la Sanidad. Los primeros hicieron que la educación pública quedara relegada y que los que podían pagar fueran a la escuela concertada que obtenía fondos del estado y, lejos de la gratuidad, cobraba vía fundaciones a los ciudadanos. La escuela pública quedó para los marginales y los inmigrantes, en un intento de rebajar su nivel y prestigio. Sólo los trabajadores la mantienen en pie y gracias a ellos podemos seguir confiando en ella. La sanidad empezó a empeorar por la vía de la gestión. ¡Cuánto daño hacemos los economistas en algunas ocasiones!. Al final, esas garantías de sostenimiento de las clases medias, la Sanidad y la Educación, fueron parcelándose siendo los damnificados, como no, las clases medias.
Y por último, las pensiones. Esa garantía que teníamos los de la clase media de que cuando fuéramos mayores podríamos vivir casi igual que cuando trabajábamos. Pero nos dijeron que el pastel no llegaba y que, lógicamente, o teníamos dinero ahorrado o no podríamos vivir cuando nos jubiláramos. Y en esas estamos: viendo qué plan de pensiones me tengo que hacer.
En definitiva, que todo lo que hemos ido haciendo en el pasado han generado un caldo de cultivo para que alguien con poca imaginación pero mucha demagogia pueda decir a los sufridos integrantes de la clase media que ellos van a solucionar nuestros problemas y, en consecuencia, que les votemos. Y muchos de nosotros les hacemos caso y ahí están los resultados. Nos dicen que los emigrantes nos quitan el empleo, cuando es mentira, lo generan; nos dicen que los otros son los malos, cuando son ellos los que nos están laminando; se arrogan la solidaridad cuando sólo quieren incrementar las diferencias. Ya no se si estoy perplejo o simplemente asustado. Pero creo que debemos esforzarnos por recuperar la clase media de forma inmediata y para ello deberíamos empezar por recuperar las instituciones que hemos ido laminando. Aunque me temo que no lo haremos y seguiré estando asustado. ¡¡No, si al final tengo que cambiar el nombre del blog!!. O eso, o volver a Marte.


@juanignaciodeju

lunes, 16 de julio de 2018

UNA PROPUESTA FISCAL PARA LA UNIÓN EUROPEA

Últimamente me he puesto estupendo, de forma que ahora me voy a permitir proporcionar una propuesta para la UE que estaba pensando ayer en la ducha. Las mejores ideas siempre surgen en los momentos de mayor relajación, cuando la mente se puede ir de un lado a otro y divagar sin complicaciones. En fin, dejémonos de filosofía barata.
Pensando, como digo, en la ducha se me ocurrió algo: dado que soy un firme defensor de la Unión Europea, hasta el punto de pensar que si no existieran los estados que la forman la vida nos iría mucho mejor, y viendo que la unificación  es cada vez más complicada por falta de voluntad política, pensé que la mejor manera de avanzar en la UE consiste en unificar aquello que más nos condiciona, los impuestos. Pero claro, va a ser difícil imponer impuestos a los ciudadanos de forma generalizada, con lo que habría que empezar por aquello que siempre nos ha unido, las empresas. De momento, todo lo que ha unido a Europa viene de la mano del mercado y la economía,. Por lo tanto, por ahí debemos empezar.
El esquema que voy a proponer es uno. Ni mejor ni peor que cualquier otro. Simplemente una ocurrencia de un Economista Perplejo. Si sirve para algo, bienvenido sea. Si no, pues sólo he gastado mi tiempo y el vuestro. Por el mio no os preocupéis. Por el vuestro, vosotros sabréis.

Un Impuesto general sobre la renta de los individuos.

Será el principal impuesto del sistema tributario europeo y de diseño e implementación propios de cada país. En ese tema, la Unión Europea no debe entrar, de momento. Europa deberá armonizar, eso si, los conceptos que sean objeto de gravamen de forma que, al menos, en todos los países europeos se cobren impuestos a los ciudadanos por conceptos similares. Pero los tipos, las deducciones, y demás elementos de gestión del impuesto deberá ser propia de cada país.

Un impuesto general sobre las compras.

El IVA deberá ser el principal impuesto indirecto de la Unión Europea. Además, habrá que potenciar su capacidad recaudatoria con una gestión más fácil y, eso si, intentando una mayor progresividad, con el fin de eliminar la falta de equidad que tienen los impuesto indirectos. Para ello sería deseable el establecimiento de un tipo más elevado para determinadas actividades que podemos considerar de mayor capacidad de gasto. Deberá establecerse una lista única de ese tipo de actividades y luego serán los gobiernos nacionales quienes establecerán los demás elementos de gestión, incluidos los tipos impositivos.

Un impuesto sobre los beneficios de las empresas

Piedra angular de este proyecto, la UE deberá establecer un  impuesto sobre los beneficios de las sociedades único, con la misma legislación en todo el territorio y las mismas reglas de gestión, de forma que el espacio único europeo en materia económica sea también el espacio único europeo en materia fiscal. De esta forma acabaríamos con los paraísos fiscales intraeuropeos y con el dumping fiscal que en algún momento se ha provocado.

Además, la unificación sería ventajosa en el resto de las materias económicas, dado que el interés por la ubicación de las sedes de las empresas dejaría de tener causas fiscales y la competencia dentro de la unión se establecería por otras causas. Además implicaría que los países deberían hacer esfuerzos en la eficiencia de sus empresas para poder atraerlas.

Unos impuestos medioambientales

Entendiendo por ellos impuestos que gravarían las transacciones energéticas, es decir, gasolinas, gasóleos y electricidad en cualquiera de sus ramas. Serían impuestos gestionados por cada país, es decir, toda la gestión y la legislación serían propias de cada país, únicamente existiría una obligación de establecimiento por parte de los estados.

Un impuesto sobre las transacciones financieras

La vieja idea de la famosa tasa Tobin, pero adaptada al actual mercado de capitales que tenemos encima. También sería un impuesto de desarrollo y gestión europeo y obligatorio. Además, la recaudación del mismo sería de obligada transferencia a la Comisión para cubrir las posibles contingencias financieras. De esta forma, ya tendríamos una manera de crear un fundo europeo para los rescates bancarios, mantener la garantía de los depósitos y pagar las futuras crisis financieras y la compra de deuda que, con seguridad, tendremos que hacer en el futuro. Al hacerlo de carácter y exacción europeas le quitamos el componente de desincentivo nacional que se le podría proporcionar y quedaría todo el continente unido por el mismo sistema.

Los países podrían fijar cualquier otro tipo de impuesto que sería de responsabilidad y gestión propia.

Con esto tendríamos ya una base para continuar en la integración, que ya iría avanzando  en el resto de aspectos. 

Es únicamente una propuesta de un economista perplejo, una proposición que nadie va a tener en cuenta y que me ha servido para perder un ratito de mi vida. Al fin y al cabo, es imposible que los dirigentes europeos la lleven a cabo, por lo que lo único que he hecho es divertirme un poco y entretener mi mente perpleja y sin barreras. Vamos, como Schengen: perplejo y sin barreras.



@juanignaciodeju