martes, 19 de febrero de 2013

ESTAFAS QUE NOS PERSIGUEN. I..- LOS BANCOS DE INVERSION

Inicio una serie de artículos sobre el mundo económico en el que nos movemos y que tienen características intrínsecas de estafa. Básicamente me centraré en los siguientes sectores: los bancos de inversión, el sistema eléctrico y el sistema de distribución. Los denomino ‘estafas’ pero que nadie se llame a engaños: son negocios perfectamente legales y regulados (o no tanto) por los gobiernos. El primero de los sectores, los bancos de inversión, tienen su mayor influencia en otras partes del mundo que no son España. Los otros dos, aunque mantienen características comunes con los de otras partes del mundo, los centraré en España.

1.- LOS BANCOS DE INVERSIÓN

¿Cómo funciona un banco de inversión? Llevamos mucho tiempo hablando de los bancos de inversión, pero no conocemos su forma de operar en los mercados y su importancia en la vida económica del planeta; nos alarmamos con el dinero que ganan sus directivos, pero desconocemos su mecánica.

Pondré un ejemplo inventado que un día leí y que me parece una buena muestra del funcionamiento de eso que llamamos ‘financiarización’ de la economía. Perdón por el palabro, pero no se me ocurría otra para mostrar el concepto.

Un padre tiene una granja de gallinas que ponen un total de 100 huevos al día y que el vende a 1 euros por huevo. El buen hombre obtiene al año 36.500 euros que le dan para vivir más o menos holgadamente. Si suponemos que no tiene costes de ningún tipo, la renta neta es de esos 36.500 euros.

Un día, el buen hombre se muere y el negocio pasa a su único hijo. Éste, lector ávido de libros de economía de la escuela de Chicago, decide que no quiere vivir como su padre, sacrificándose todo el tiempo sin ver el fruto de su trabajo. Hablando con un amigo que trabaja en un banco de inversión americano (o inglés, o alemán) le plantea el siguiente negocio: le vende la producción de huevos durante los próximos diez años a cambio de 300.000 euros. Al cabo de ese tiempo, podrían hablar de prórrogas y nuevas condiciones. Además, si el precio de los huevos subiese, los beneficios se los quedaría íntegramente el banco, de forma que el beneficio potencial de la operación son los 65.000 euros que no le paga más la posible subida de precios de los huevos durante los próximos diez años.

Tras consultarlo con los jefes del banco y analizar la operación, deciden aceptarla, de forma que pagan 300.000 euros por los huevos que se produzcan en la granja durante los siguientes diez años. El vendedor obtiene el dinero, con el que se compra un chalet en la playa donde monta una discoteca, su sueño de toda la vida. Con lo que le sobra, el mismo banco le propone inversiones que le proporcionan un 10% anual, con lo que puede vivir tranquilamente.

Los directivos del banco, alertados por sus economistas, piensan que la operación puede presentar determinados riesgos que quieren minimizar. Para ello, dividen las participaciones en 100 paquetes de 3.300 euros cada una y los venden entre sus clientes. El negocio es bueno, porque obtienen un 10% de beneficio inmediato y ponen en el mercado un producto que va a dar más de un 10% anual en los próximos años a sus clientes.

Los compra otro banco de inversión competidor que se dedica a la intermediación financiera y que ha hecho operaciones similares con otras ‘comodities’. Compra las 100 participaciones por las que paga los 330.000 euros convenidos y las empaqueta con productos similares de carne, leche, arroz, etc, En total puede vender las participaciones de los huevos compradas a un precio de 340.000 euros mezcladas con otras similares en un fondo que llama ‘European comodities investement oportunity’ que promete una rentabilidad del 5% a los partícipes si el precio de los alimentos en el mercado de Chicago al final del periodo no baja con respecto al nivel de referencia.

Sin embargo, para dotar al producto de mayor credibilidad, decide asegurar la operación con una firma de seguros de su propiedad, donde se garantiza que la producción de huevos en la granja no podrá ser inferior al 80% de lo prometido, de forma que se obtenga una producción mínima. De esta forma, el fondo obtiene la máxima calificación de las empresas que se dedican a ello (la triple A). Los directivos de la compañía de seguros deciden reasegurar el producto de forma que obtendrá 400.000 euros en el supuesto de que las gallinas no pongan huevos durante un periodo superior a 6 meses. Los consideran un supuesto imposible, ya que en toda la vida del ganadero nunca han estado más de una semana sin poner huevos. Al poner la prevención de los seis meses se aseguran que no pueda ocurrir, ya que con que una de ellas ponga un huevo no tendrán que pagar la prima. Negocio seguro.

Un día, sólo un mes después de la firma del contrato, las gallinas aparecen muertas, atacadas por una manada de lobos en un lugar donde no hay lobos. En el periódico de referencia aparece una noticia con grandes titulares: las autoridades económicas permiten las granjas intensivas de gallinas para aumentar la producción de huevos. En Chicago, el precio de los huevos empieza a bajar de forma constante.

@juanignaciodeju

miércoles, 13 de febrero de 2013

¿HAY BROTES VERDES, CONDICIONES PARA CRECER O CUALQUIER COSA PARECIDA?

Últimamente el optimismo nos rodea. Parece una película del oeste cuando el ejército rodeaba a los indios para derrotarles. Todo el mundo se empeña en decirnos que vamos a mejorar. Es evidente que vamos a mejorar, si no fuera así mejor nos vamos, pero otra cosa distinta es que las cosas estén mejorando.

El optimismo desbordante se fundamenta, principalmente, en dos motivos: la mejora del saldo exterior español y el descenso de los costes laborales unitarios. Veamos qué está pasando.

En primer lugar el sector exterior. El optimismo aparece como consecuencia de un hecho inédito en la economía española desde la introducción del euro: hemos tenido superávit exterior. Y no pequeño, de cerca del 1% del PIB. Es una gran noticia que debería alegrarnos a todos, pero hay que matizarla convenientemente para no llevarnos a engaño. Han crecido las exportaciones, es verdad, de forma moderada por dos causas fundamentales: la devaluación interna que nos han obligado a hacer, pero también la debilidad de la demanda externa causada por el austericidio que se ha impuesto.

La devaluación interna ha empezado a dar sus frutos, con la caída de los precios relativos de los productos españoles que nos permite vender al exterior nuestros bienes. Es una cosa que había que hacer, y que debería ser el apoyo de nuestro crecimiento futuro. No creo que lleguemos a la exageración de Morgan Stanley (“España puede terminar siendo Alemania y Alemania España”), pero si deberíamos ponernos manos a la obra para que eso no sea flor de un día. Tendríamos que empezar a cambiar nuestra estructura productiva para garantizar empresas más competitivas en el mercado exterior y formar a los trabajadores para poder mantener esas relaciones. Y debemos recordar que nuestro principal hándicap se encuentra en nuestro nivel de idiomas extranjeros. Podríamos haber ido más rápido con la devaluación fiscal que algunos hemos propuesto, y seguro que habríamos llegado más lejos.

Pero, fundamentalmente, el gran avance se ha producido porque han disminuido mucho las importaciones. Y éstas dependen de nuestro nivel de renta. Con la caída que hemos sufrido como consecuencia de la política practicada, es lógico que no compremos productos del exterior, entre otras cosas porque no tenemos renta para ello. El problema es qué pasará cuando crezca nuestra renta otra vez. Probablemente volveremos a comprar productos importados y, obviamente, nuestro saldo exterior empeorará. Es sólo una previsión pesimista.

La otra mejora que hemos tenido ha sido la disminución de los Costes Laborales Unitarios (CLU). La mejora se ha basado en dos factores: la moderación de los salarios, operada por la situación y la reforma laboral, y el incremento del desempleo, también por las medidas que son posibles aplicar. Ambas noticias no son positivas, porque tampoco auguran un futuro prometedor. Cuando mejora la situación probablemente tendremos colectivos de trabajadores que empezarán a recuperar niveles previos de salarios y empleo, sin que ello implique una mejora de la productividad y, en consecuencia, una mejora sostenible de nuestra competitividad exterior.

Y luego hay alguna noticia que no es mediática pero que si es de reseñar: la estabilización de los mercados financieros. No lo digo por el mercado de deuda, que continúa con síntomas preocupantes con las primas de riesgo a la espera de lo que haga (o prometa el BCE), sino por la gran inyección de fondos que hemos hecho todos los españoles con la reestructuración del sistema bancario, que ha provocado que los bancos empiecen a pensar en otra cosa distinta de la estabilización, es decir, en el negocio bancario propiamente dicho. Es un proceso lento, probablemente tarde dos años en normalizarse del todo, pero parece que puede ser una noticia positiva.

Por lo demás, no encuentro ningún motivo de esperanza en los datos que hemos conocido hasta el momento, y las previsiones tampoco parecen ser muy alentadoras. En fin, que habrá que esperar a ver la evolución económica a medio plazo.



@juanignaciodeju

martes, 5 de febrero de 2013

CORRUPCIÓN, POLÍTICA Y ECONOMIA

Hemos llegado al punto en que la sociedad empieza a estar cansada de soportar sobre sus hombros todo el peso de los ajustes sin recibir nada a cambio. La sociedad ha alcanzado el punto de inflexión de su aguante y empieza a cambiar su percepción de la clase política de forma que se puede estar fraguando un cambio, lo cual puede ser muy positivo para aquello que nos preocupa que es la crisis económica.

Vayamos por partes. El nivel de corrupción de la clase política, con independencia de las siglas concretas, es de tal magnitud que empieza a ser necesaria una regeneración de la sociedad en su conjunto. Independientemente de los nombres (no acusaré a nadie no vayan a querellarse contra mi) se ha instalado en la sociedad un sentimiento de cansancio que posibilita ese cambio. Porque hemos pasado de tener una clase política vocacional, que debía dedicarse a su profesión para poder vivir, a unos dirigentes que se embarcan en la política para poder vivir. No puede ser que nos representen personas que se han dedicado toda su vida a la política sin haber conocido otra forma de ganarse la vida. Gente que se afilia a los partidos políticos desde antes de poder votar para hacerse una carrera en la estructura de la organización. Que busca únicamente ser complacientes con los dirigentes para acceder a las posiciones importantes que les permitan hacerse un nombre y, de esa forma, medrar en su profesión. Y una vez alcanzado lo máximo posible según el principio de Peter, dedicarse a explotar sus conocimientos adquiridos de forma que puedan vivir holgadamente el resto de sus vidas.

Cuando uno tiene ya cierta edad echa de menos a aquellos políticos que pactaron la transición y las leyes fundamentales de nuestro ordenamiento jurídico actual cobrando sueldos normales y, evidentemente, saliendo de la política con un nivel de patrimonio normal, en la mayoría de los casos. No como ahora, que quien más quien menos de nuestros dirigentes abandona la política con patrimonios elevados, no siempre de origen corrupto. Y uno se cansa de ver como mentes normales con un nivel de inteligencia normal abandona sus puestos de representación y pasa a ser consejero de no sé cuántas empresas que actúan como lobbies de los gobiernos de turno. Ejemplos no faltan, y no los nombraré aquí para evitarme problemas judiciales, y resultan, en algunos casos, patéticos.

Lejos queda el concepto de que la política tendría que atraer a los más preparados para la gestión, profesionales que tengan una probada experiencia que aporte esos conocimientos para el bien común. Porque de los últimos ministros de economía que hemos conocido, ¿cuántos de ellos se habían dedicado antes a la enseñanza, por poner un ejemplo?

Ese sistema ha generado una endogamia preocupante en la profesión política. A las universidades se les acusa de ser endogámicas en la elección de sus profesores, y no les falta razón, pero en la política eso ha llegado a tal nivel de perfección que empieza a ser preocupante. Es tan perfecto el sistema que a nadie le preocupa que nuestro presidente lleve prácticamente toda su vida laboral dedicada a la política en los distintos niveles. O que otra miembro muy destacada de ese partido en Madrid haya ocupado todos los puestos posibles en la estructura política del estado, desde humilde concejal hasta presidenta del Senado y de una comunidad autónoma. O que el jefe de la oposición lleve en la política profesional más de 30 años. ¿Esto es un problema? En principio no debería, pero proporciona unos conocimientos sesgados de la realidad que les incapacita para el conocimiento de la sociedad. Digamos que en vez de transformar el Estado para mejorar la vida de sus ciudadanos, el Estado les transforma a ellos y les convierte en personajes de novela alejados de la realidad. Es por ello que necesitamos cambiar nuestra clase política en todos los niveles, racionalizando su funcionamiento y estructura. Es el reclamo de los ciudadanos: gente nueva con nuevas ideas y mecanismos de funcionamiento modernos y mejorados.

Es hora también de cambiar las estructuras de la sociedad, de afrontar de una vez los cambios que deben realizarse, desde mi punto de vista, para que lo que nazca sea más sano. Y para ello, deberemos empezar por concienciarnos todos que la sociedad la formamos juntos y que si va bien a la sociedad nos irá bien a todos, mientras que lo contrario no se cumple necesariamente: que nos vaya bien a todos no implica que le vaya bien a la sociedad. Que tenemos que volver a los viejos postulados de la solidaridad y el compromiso común, abandonando el individualismo que nos invade desde el mes de noviembre de 1989. Y esa solidaridad mejorará la sociedad y mejorará la economía. Si todos remamos en la misma dirección, nos irá mejor a todos. Pero plantear esto con nuestro actual nivel de clase política provoca, lógicamente, rechazo inmediato.

Tendremos que recuperar un concepto en desuso actual: la empatía. Si todos fuésemos empáticos, mejor nos iría a todos. Y, evidentemente, desaparecería la corrupción (basada en el enriquecimiento individual por encima de todo), el despilfarro (porque consideraríamos el dinero como nuestro) y el fraude fiscal (porque tomaríamos eso como una traición). Sin embargo, todos preferimos cerrar los ojos y, si es posible, pedir factura sin IVA (Yo también). Ese es un cambio fundamental en la sociedad que debemos empezar a operar para que la siguiente generación pueda sucedernos con la garantía de mejora que necesitamos. La actual ya la doy por perdida.

Y ese cambio empieza por la educación, pilar fundamental de la sociedad. En vez de preocuparnos por el rendimiento individual, deberíamos fijar nuestro objetivo en el rendimiento colectivo. Ensalzamos a Messi o a Ronaldo, pero nos olvidamos que el éxito, en el futbol como en la vida, es siempre colectivo. Y que cuando un equipo se preocupa del éxito individual de cualquiera de sus miembros, normalmente fracasa en su conjunto. Y esto es, obviamente, aplicable a las empresas y a la economía en su conjunto.

Entre los políticos y la sociedad en su conjunto, mi estado de perplejidad continúa creciendo. Sólo espero que mis hijos, junto con los de otros, puedan cambiar esta sociedad y mejorar la economía. De nuestra generación ya no espero nada.

@juanignaciodeju