jueves, 12 de junio de 2014

¿SABEMOS DE ECONOMÍA LOS ECONOMISTAS?

¿Pero sabemos realmente de economía los economistas?

Lo pregunto por las propuestas de reforma del mercado laboral que están haciendo. La última: que se establezca un contrato indefinido con indemnización cero durante un año para todos los trabajadores. Es decir, que puedas contratar a alguien un año y le puedas despedir sin coste para contratar a otro a continuación y así indefinidamente. O poder encadenar contratos temporales sin límite: un contrato de seis meses tras otro hasta que te jubiles.
¿Y la productividad? Alguien me dirá, no sin razón, que un trabajador temporal es también productivo. Pero la cuestión es que una empresa es un ente complejo, con procedimientos complejos, con relaciones interpersonales complejas, con maquinaria compleja, con un know how particular. Y los trabajadores de esa empresa necesitan un tiempo para integrarse, para aprender los mecanismos y para poder ponerlos en marcha de forma total.
Como profesor enseño a mis alumnos que la educación es una poderosa arma para el incremento de la productividad: con la alfabetización de los trabajadores, las empresas pueden usar maquinaria cada vez más compleja con lo que la productividad aumenta. Es decir, la productividad es una magnitud que se ve aumentada con la combinación de dos cosas: estabilidad y formación.
La formación es vital. Cada empresa tiene sus propios procesos que procura no desvelar a la competencia, dado que son los que le confieren alguna distinción en el mercado y, en consecuencia, algún poder monopolístico. Cuantas veces nos abordan los comerciales y nos dicen que esa forma de trabajar es única de su empresa. Esa diferencia es la que permite que existan diferentes precios de los bienes. Si el proceso es el mismo, o no resulta importante para el resultado final, el precio tiende a  igualarse. Por ejemplo: un desayuno en una cafetería no requiere de una especialidad muy elevada, por lo que en dos cafeterías próximas el precio deberá ser muy similar. Sin embargo, la elaboración de un menú requiere de un conocimiento más elaborado. Ahí si pueden existir diferencias en el precio. Y, por lo tanto, aquel que cocine mejor podrá cobrar un precio más alto por sus platos. Al final, esa diferencia es la que permite una cierta situación de monopolio y, en consecuencia, de precios distintos.
Y esa especialización requiere de tiempo para poder adquirirse. Tiempo que emplean normalmente los trabajadores de una empresa al principio de entrar a trabajar para formarse y obtener una cualificación que les permita ser diestros en los procedimientos de la empresa y, en consecuencia, más productivos.
Cuanto más tiempo está un trabajador en una empresa, mayor es el conocimiento que tiene de ella y, en consecuencia, mayor es su aportación al proceso productivo. También lo contamos en clase: las empresas tienden a acaparar talento. La razón es sencilla: la formación es cara, por lo que es preferible no perder talento en las épocas de crisis ya que la recuperación del mismo después resulta costosa. En esta crisis las empresas han perdido una ingente cantidad de capital humano que ahora deben volver a recuperar. Y eso es largo y caro. Sobre todo lo segundo. Porque mientras recuperas el capital humano perdido, tus competidores te irán ganando mercado y tendrás muy difícil volver a recuperarlo.
Y cuanto mayor sea el tiempo transcurrido en una empresa por un  trabajador mayor será su conocimiento de la misma y, en consecuencia, mayor será la productividad que aporte.
Y ahí radica el segundo gran elemento a tener en cuenta: la estabilidad. Si no hay estabilidad en las plantillas de las empresas difícilmente podrán tener productividades elevadas. Los trabajadores que están poco tiempo en las empresas tienden a tener productividades menores.
Juntando ambos conceptos (estabilidad y formación) es como se producen ganancias de productividad y, en consecuencia, incrementos de beneficios. Pero con la propuesta de los economistas de la CEOE no se obtendría ninguna de las dos. No existiría estabilidad, dado que al año el 95% de los contratos desaparecerían, por lo que ese periodo de formación tan necesario en las empresas no tendría cabida; y la formación adquirida no podría ser muy específica, porque corro el riesgo de que se la lleven a la competencia y, por lo tanto, de que obtengan ventajas competitivas adicionales. En definitiva, la productividad de esos trabajadores no sería elevada y, consecuentemente, los beneficios serían menores y sólo podríamos competir vía precio.
Definitivamente creo que los economistas no tenemos ni idea de economía. Voy a tener que darme unas cuantas clases el año que viene. O seguir estando perplejo, que parece más cómodo.




@juanignaciodeju