viernes, 20 de diciembre de 2013

EL MAL LLAMADO MERCADO ELECTRICO ESPAÑOL



¿Cómo funciona un mercado? En el plano estrictamente económico, teórico, un mercado funciona como interacción de dos fuerzas: la oferta y la demanda. La conjunción de ambas provoca un equilibrio que determina un precio y una cantidad que libremente se intercambian en el mercado. La demanda depende básicamente del precio del bien (hay otras variables, como es el precio de los bienes sustitutivos, la renta, los gustos) y es una dependencia negativa, mientra que la oferta depende también del precio del bien pero siendo directamente proporcional.

En el plano de la teoría, una disminución de la demanda debe provocar necesariamente una disminución del precio (la secuencia sería que se provocaría un exceso de oferta que haría que el precio bajase) lo mismo que un incremento de la oferta, que igualmente provocará una disminución del precio.

Bien. Pues todo eso, que los economistas llevamos explicando desde el siglo XVIII y que hasta el momento ha funcionado más o menos correctamente, con el sector eléctrico español ha dejado de existir. Y digo esto porque en la subasta de ayer hay una bajada de la demanda, y el precio sube un 26%. ¿Cómo es posible?

Afortunadamente los economistas somos gente espabilada que podemos analizar cualquier cosa (a toro pasado, claro está) y podemos predecir con exactitud lo que ha ocurrido. Eso es una gran ventaja de esta ciencia: somos capaces de no confundirnos en la predicción del pasado. Bien, pues la situación que se ha producido sería posible si se hubiese reducido la oferta. Una reducción de la oferta de una magnitud suficiente sería capaz de provocar que, aunque disminuya la demanda, el precio se incremente.

Dando por sentado este criterio, lo cual puede resultar hasta excesivo, tendríamos que ver quién o quiénes componen la oferta para ver si es posible esa situación. Igualmente, habría que ver quién o quiénes componen la demanda para analizarla.

La oferta la componen todas aquellas empresas que ofrecen electricidad en España. Hay unas cuantas, por lo que aparentemente el mercado debe funcionar correctamente dado que se evita que una pocas empresas puedan influir con sus decisiones en el precio. Aquí incluimos a las hidroeléctricas, nucleares, solares, eólicas, de carbón, petróleo, gas, etc. La mayoría participadas por las grandes empresas de electricidad de España. Luego realmente el mercado está más cerca de un oligopolio. Ahí tenemos un problema que habría que solucionar.

Por el lado de la demanda la cosa tampoco pinta clara: las empresas distribuidoras, es decir, las que van a comprar la electricidad en este mercado mayorista, son también las grandes empresas eléctricas. Luego aquí si podemos decir que dominan el mercado generando un oligopsonio. Pero es que el mercado funciona de forma que estas empresas venden la electricidad a otras que son las comercializadoras. Luego las mismas empresas eléctricas son: oligopolistas en el mercado de producción; oligopsonistas en el mercado de producción y oligopolistas en el mercado de comercialización.

Y encima tenemos una ley que garantiza a las empresas eléctricas que van a cobrar el kw/h al precio de la energía más cara. Es decir, si nosotros pagamos por poner un ejemplo 1 euros por el Kw/h y el coste de la fuente más cara es de 1,5 euros, los 50 céntimos estamos obligados a pagárselo a las empresas. De ahí nace el famoso déficit de tarifa. ¿Influye en algo de dónde proviene la energía que consumamos? No. Si nuestra empresa eléctrica nos aporta exclusivamente kw de energía nuclear, una de las más baratas, da igual y la empresa cobrará como si toda la energía proviene de la solar, una de las más caras.

Bien. En estas circunstancias va el gobierno y le dice a las eléctricas que no le va a pagar 3.600 millones de euros del déficit de tarifa. ¿Qué ocurre? Que desde aquella declaración las empresas eléctricas se pusieron en alerta y maniobraron para conseguir ese dinero de una u otra forma. Negociaron con el gobierno, pero no tuvieron lo que querían, es decir, el pago inmediato de los 3.600 millones. El gobierno les dijo que se lo avalaría. Y el precio empezó a subir. Si existe el mercado como tal, la conclusión es clara: las empresas eléctricas han decidido reducir la oferta hasta conseguir lo que quieren: los 3.600 millones por la vía que sea. O se lo cobramos a los consumidores (subida del 26%) o al gobierno vía deuda pública. Y en medio, decenas de empresas, grandes consumidores de energía, que han tenido que cerrar temporalmente para poder producir en el futuro. Y la batalla final se produjo ayer.

Sería complicado explicar en qué consiste la subasta eléctrica, pero puedo decir que básicamente es una subasta a la baja: se parte de una cantidad y un precio que demanda las empresas por lotes y las oferentes pujan por ellos. Si son las mismas empresas las que demanda y las que ofrecen, ¿no es muy fácil manipular el mercado? La respuesta es si. Pero no por la subasta de ayer, que ha sido descarado, sino por la de todos los trimestres.

Por eso es urgente una reforma del sector eléctrico español que haga dos cosas: por un lado, desvincule a los demandantes de los oferentes. No es posible que una misma empresa esté en un lado del mercado y en el otro. No habrá competencia real. Que las grandes decidan dónde quieren estar, si produciendo electricidad o demandándola. Y por otro permita a las empresas comercializadoras acudir al mercado como distribuidoras, de forma que se rompa el oligopolio y aparezca la competencia. Y con respecto al déficit de tarifa, dado que es muy complicada la diferenciación, establezcamos que el precio que debe regir en el mercado es la media de las fuentes de producción en los últimos 12 meses, de forma que la tarifa sea capaz de equilibrar el mercado.

Falta por determinar qué hacemos con la parte regulada, es decir, aquella donde nos meten todo lo que quieren y un poco más. Desde moratorias nucleares hasta bonos sociales. Incluso los famosos peajes de acceso que estableció el ministro Soria están ahí metidos. Es decir, algo hay que hacer sobre esa parte que representa el 60% del recibo. Lo primero es desenmascarar a las empresas: si levanto la moratoria nuclear, y te dejo hacer centrales, ¿renuncias a esa parte del recibo? Van a contestar que no, que están muy contentas como están y que no piensan invertir ahora en centrales nucleares. Por lo tanto, quitémosla ya.

Los peajes de acceso son los costes que tienen las empresas por acceder a la red. Es decir, los consumidores también pagamos por el coste de las empresas de acceder a la red.

Y así podríamos seguir enumerando cosas que no tienen sentido en un recibo de la luz que, desde el 2004, es decir, hace 10 años, se ha encarecido un 71%. Y contra esto la Comisión Europea no recomienda nada para que baje, más bien que siga subiendo hasta ahogar a los consumidores que no importamos nada.

Cuando alguien ponga en orden este mercado dejaré de estar perplejo. Mientras tanto continúo con mi estado, aumentando un 26%.



@juanignaciodeju



lunes, 9 de diciembre de 2013

QUO VADIS, ESPAÑA?

Seguimos asistiendo atónitos al espectáculo ministerial de vender la piel del oso antes de cazarlo, por mucho que le tengamos rodeado y apuntando directamente a su cabeza. No podemos estar diciendo todo el día que la economía está fenomenal cuando la gente sigue pasando penurias y cada vez más.

Pero si rascamos un poco en la superficie de los datos coyunturales, esos que el ministro Montoro está exhibiendo todos los días, nos damos cuenta que tenemos un problema mucho mayor que conseguir que el déficit se estabilice (cosa que no vamos consiguiendo) o que la deuda no crezca (que esta disparada) o que el PIB deje de caer (eso si es verdad). Ni siquiera es importante que el paro disminuya unos pocos miles o aumente después. Eso son sólo pequeños movimientos de la coyuntura que no anticipan nada. Miremos más a largo plazo.

Y más a largo plazo tenemos que fijarnos, desde un punto de vista económico, en unas pocas cosas que cada vez van algo peor, lo que me provoca cierta desazón.

En primer lugar la educación. Lo primero que hay que desterrar es la idea de que más dinero invertido en educación provoca mejores resultados. Es evidente que no tiene por qué existir esa correlación, pero también que en nuestro país necesitamos la inversión para poder mejorar los conocimientos. Y no es salir mejor en la foto de los informes internacionales, convertidos en una suerte de arma arrojadiza, sino pensar en el futuro del estado como tal. Y para ello necesitamos una conjunción de intereses que pasen por encima de ideologías y de prejuicios. Es necesario ponernos de acuerdo en aquello que debemos considerar esencial, independientemente de las cosas accesorias. Y en eso estamos lejos no, lo siguiente. Y como es una actuación a medio plazo (los resultados tardarían en verse al menos 20 años) mientras tanto empecemos por lo más fácil que es facilitando los medios para educar y enseñar lo mejor que se pueda a nuestros jóvenes. Y la educación es garantía de un mayor nivel de riqueza en el futuro; la falta de ella, de convertirnos otra vez en la proveedora de mano de obra barata al resto del continente.

En segundo lugar, la demografía. El camino que llevamos no es que sea preocupante, es que ya ha traspasado todas las líneas y va a acabar en desastre. Una buena base de población provoca siempre un mejor nivel de vida futuro, tanto por el lado de la aparición de nuevas actividades en la sociedad como por el asegurarnos un relevo generacional tan importante. ¿Y qué se hace por mejorar? Nada es mucho en comparación con las políticas puestas en marcha por los distintos gobiernos, de un signo o de otro. No hay ayudas no monetarias a la conciliación de la vida familiar y laboral en forma de racionalización de horarios, de existencia de una red de guarderías, de mejora de los sistemas de acceso a los servicios sociales. Y monetarias tampoco: desaparecen las ayudas a las familias por la aparición de la crisis, los ayuntamientos dejan de ser la administración cercana en la que buscar los incentivos, … Cuando uno habla de políticas de apoyo a las familias se avergüenza al comentar lo que se hace aquí en España en comparación con otros países a los que pretendemos parecernos. Y un incremento de la población aseguraría nuestro sistema de pensiones. Fácil y placentero.

En tercer lugar, la sanidad. Hemos pasado de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo (en algunas calificaciones era el primero y en otras el segundo) a tener un sistema sanitario camino del desguace tal y como lo conocemos en la actualidad, con profesionales desmotivados, en busca de su beneficio propio, jubilando a los médicos con mayor experiencia (que no edad), provocando la falta de financiación de las cosas más básicas, … Todo para cuadrar unas cuentas que tenían, y tienen, difícil cuadre. Y todo ello sin definir una cartera de servicios básicos para los que asegurar una financiación y dejar de lado una competencia desleal entre comunidades autónomas vecinas por obtener un puñado más de votos. Pensemos en definir una cartera de servicios de obligada financiación y establezcamos un sistema de copagos para el resto de la cartera de servicios que pueda ofrecer un gobierno regional. Es sólo una idea sin desarrollar. No lo toméis como algo definitivo.

Y por último, nuestro sistema político, con un nivel competencial de tal magnitud que es imposible descubrir la utilidad de ciertos puestos de trabajo en la Administración. No es de recibo que existan hasta cinco niveles administrativos más o menos desarrollados de forma generalizada (ayuntamiento, mancomunidad, diputación, comunidad autónoma y gobierno central) que se incrementarían si sumamos la realidad europea. ¿Dónde preguntamos por nuestra necesidad? Porque la administración pública surge para facilitar la vida a los ciudadano, no para complicársela aún más. Y en la actualidad el problema es que no vemos que se nos ayude, sino más bien que se ayuden los políticos a sí mismos. Una racionalización de la Administración en su conjunto sería la mejor reforma estructural que podría realizarse. Pero hay que pensar en una única palabra: ADMINISTRACION. Da igual el nivel que tratemos, sólo tenemos que contemplar una Administración.

Hace años algunas empresas ensayaron un sistema de administración descentralizada por productos, departamentos, etc. Fracasó y decidieron volver a un solo sistema. Nosotros lo hemos intentado: ya hemos visto que ha fracasado. No digo que haya que volver a una sola administración, lo cual sería imposible en la realidad actual (al menos pacíficamente), pero si en que independientemente del sistema que elijamos hay que mostrar al ciudadano que existe una única administración, de forma que uno pueda, por poner un ejemplo, solicitar cita al médico especialista del hospital que le corresponde a través de su ayuntamiento, al cual puede acudir más fácilmente, en muchos casos, que al centro de salud. Es decir, desarrollar el concepto de Administración Única tan manido y tan poco explicado. Y para eso es indiferente el desarrollo político, sólo es necesaria una voluntad de colaboración y de unificación de criterios que no existe en la actualidad.

Hay que profundizar en las reformas estructurales, que son la garantía de crecimiento futuro de la renta, lo que no implica hacer recortes. Y hay que estar menos pendiente de los demás, por mucho que sean tus jefes y manden mucho en Europa. Al menos eso opina este economista perplejo.





@juanignaciodeju