miércoles, 12 de diciembre de 2018

LO QUE HEMOS PERDIDO (Y DEBEREMOS RECUPERAR)

Vuelvo a meterme por aquí a contar las miserias que veo y a evacuar mis frustraciones con el objetivo de ahorrarme la pasta en psicólogos. Es un buen método de controlar la verborrea mental y así no tener problemas.
El caso es que pensando en la actualidad me he asustado razonablemente: tenemos a Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen, Nigel Farage, VOX, Torra, Puigdemont, Casado, Abascal, Maduro, Iglesias, Putin, Kurz ...
No sigo porque me deprimo. El caso es que tanta gente de extracto antisistema en entornos tan distintos y con sociedades diferentes, alcanzan situaciones similares con discursos simples. Eso me da qué pensar, y la conclusión que obtengo es que algo hemos tenido que hacer para que las minorías tan extremas se encuentren alcanzando altas cotas de poder.  Y en ese algo he encontrado un punto de conexión que debemos mirar, y es la desaparición de la clase media.
La clase media, ese conjunto social donde nos encuadramos casi todos, era un constructo ideológico que pretendía encuadrar a la mayoría de la sociedad con un objetivo común: ascender socialmente y alcanzar mejoras en la vida. El caso más gráfico de la clase media en España lo representa el personaje de Antonio Alcántara en la serie 'Cuéntame cómo pasó'. Un hombre venido del pueblo manchego en la posguerra  a Madrid para trabajar de conserje y cómo, paso a paso, va ascendiendo en la escala social hasta alcanzar el sumum: vivir en el barrio de Salamanca con criada. Luego cayó, fruto de los desmanes de la clase media que, en su intento de ascender, se dejó engañar por los productos financieros que no eran capaces de conocer y controlar.
Esa clase media era defendida por diversas instituciones que hemos ido laminando como consecuencia de ser declaradas 'instituciones obsoletas o caducas'. La primera de ellas eran los sindicatos de clase. Organizaciones que se encargaban de asegurar que el ascensor social seguía funcionando y que la gente iba a ser capaz de apuntarse al ascenso y vivir mejor. Claro que nos llenaban las calles de huelgas y liberados sindicales que sólo protestaban. Y es por ello que decidimos acabar con esa situación. Los actuales sindicatos de grupo, aquellos que se centran en las profesiones, no son capaces de mejorar la vida de las personas más allá de su grupo. La primera que hizo alarde se esta política fue Margaret Tacher. A ella le debemos la primera piedra.
La segunda institución que hemos dejado caer son los impuesto progresivos. Eran la garantía de que cada uno de nosotros contribuíamos adecuadamente al sostenimiento de los gastos del estado. Nos sentíamos partícipes del estado y pagábamos según nuestra renta. Pero llegaron los que propugnaban por 'simplificar' la gestión y acabaron con los tramos y los redujeron a tres o cuatro. De forma que, al final, casi todos pagamos lo mismo. Sucesivas reformas impositivas han ido reduciendo la progresividad a costa, claro está, de la clase media. La última idea que se asoma en el horizonte es el tipo único. Esperemos que no llegue nunca. 
Hubo reducciones del estado de bienestar, que también generaba un cierto sostenimiento de la clase media. Las subvenciones y las ayudas que se daban o se planteaban para la clase media dejaron de existir y se centraron casi exclusivamente en los más necesitados, por aquello de que 'había que ahorrar para poder bajar los impuestos'. Y, claro, la clase media se quedó sin ayudas. 
Se demonizaron otras dos instituciones claves para la clase media: la Sanidad y la Educación. Se priorizaron las situaciones semiprivatizadas, tales como los conciertos educativos y la gestión económica de la Sanidad. Los primeros hicieron que la educación pública quedara relegada y que los que podían pagar fueran a la escuela concertada que obtenía fondos del estado y, lejos de la gratuidad, cobraba vía fundaciones a los ciudadanos. La escuela pública quedó para los marginales y los inmigrantes, en un intento de rebajar su nivel y prestigio. Sólo los trabajadores la mantienen en pie y gracias a ellos podemos seguir confiando en ella. La sanidad empezó a empeorar por la vía de la gestión. ¡Cuánto daño hacemos los economistas en algunas ocasiones!. Al final, esas garantías de sostenimiento de las clases medias, la Sanidad y la Educación, fueron parcelándose siendo los damnificados, como no, las clases medias.
Y por último, las pensiones. Esa garantía que teníamos los de la clase media de que cuando fuéramos mayores podríamos vivir casi igual que cuando trabajábamos. Pero nos dijeron que el pastel no llegaba y que, lógicamente, o teníamos dinero ahorrado o no podríamos vivir cuando nos jubiláramos. Y en esas estamos: viendo qué plan de pensiones me tengo que hacer.
En definitiva, que todo lo que hemos ido haciendo en el pasado han generado un caldo de cultivo para que alguien con poca imaginación pero mucha demagogia pueda decir a los sufridos integrantes de la clase media que ellos van a solucionar nuestros problemas y, en consecuencia, que les votemos. Y muchos de nosotros les hacemos caso y ahí están los resultados. Nos dicen que los emigrantes nos quitan el empleo, cuando es mentira, lo generan; nos dicen que los otros son los malos, cuando son ellos los que nos están laminando; se arrogan la solidaridad cuando sólo quieren incrementar las diferencias. Ya no se si estoy perplejo o simplemente asustado. Pero creo que debemos esforzarnos por recuperar la clase media de forma inmediata y para ello deberíamos empezar por recuperar las instituciones que hemos ido laminando. Aunque me temo que no lo haremos y seguiré estando asustado. ¡¡No, si al final tengo que cambiar el nombre del blog!!. O eso, o volver a Marte.


@juanignaciodeju