lunes, 9 de diciembre de 2013

QUO VADIS, ESPAÑA?

Seguimos asistiendo atónitos al espectáculo ministerial de vender la piel del oso antes de cazarlo, por mucho que le tengamos rodeado y apuntando directamente a su cabeza. No podemos estar diciendo todo el día que la economía está fenomenal cuando la gente sigue pasando penurias y cada vez más.

Pero si rascamos un poco en la superficie de los datos coyunturales, esos que el ministro Montoro está exhibiendo todos los días, nos damos cuenta que tenemos un problema mucho mayor que conseguir que el déficit se estabilice (cosa que no vamos consiguiendo) o que la deuda no crezca (que esta disparada) o que el PIB deje de caer (eso si es verdad). Ni siquiera es importante que el paro disminuya unos pocos miles o aumente después. Eso son sólo pequeños movimientos de la coyuntura que no anticipan nada. Miremos más a largo plazo.

Y más a largo plazo tenemos que fijarnos, desde un punto de vista económico, en unas pocas cosas que cada vez van algo peor, lo que me provoca cierta desazón.

En primer lugar la educación. Lo primero que hay que desterrar es la idea de que más dinero invertido en educación provoca mejores resultados. Es evidente que no tiene por qué existir esa correlación, pero también que en nuestro país necesitamos la inversión para poder mejorar los conocimientos. Y no es salir mejor en la foto de los informes internacionales, convertidos en una suerte de arma arrojadiza, sino pensar en el futuro del estado como tal. Y para ello necesitamos una conjunción de intereses que pasen por encima de ideologías y de prejuicios. Es necesario ponernos de acuerdo en aquello que debemos considerar esencial, independientemente de las cosas accesorias. Y en eso estamos lejos no, lo siguiente. Y como es una actuación a medio plazo (los resultados tardarían en verse al menos 20 años) mientras tanto empecemos por lo más fácil que es facilitando los medios para educar y enseñar lo mejor que se pueda a nuestros jóvenes. Y la educación es garantía de un mayor nivel de riqueza en el futuro; la falta de ella, de convertirnos otra vez en la proveedora de mano de obra barata al resto del continente.

En segundo lugar, la demografía. El camino que llevamos no es que sea preocupante, es que ya ha traspasado todas las líneas y va a acabar en desastre. Una buena base de población provoca siempre un mejor nivel de vida futuro, tanto por el lado de la aparición de nuevas actividades en la sociedad como por el asegurarnos un relevo generacional tan importante. ¿Y qué se hace por mejorar? Nada es mucho en comparación con las políticas puestas en marcha por los distintos gobiernos, de un signo o de otro. No hay ayudas no monetarias a la conciliación de la vida familiar y laboral en forma de racionalización de horarios, de existencia de una red de guarderías, de mejora de los sistemas de acceso a los servicios sociales. Y monetarias tampoco: desaparecen las ayudas a las familias por la aparición de la crisis, los ayuntamientos dejan de ser la administración cercana en la que buscar los incentivos, … Cuando uno habla de políticas de apoyo a las familias se avergüenza al comentar lo que se hace aquí en España en comparación con otros países a los que pretendemos parecernos. Y un incremento de la población aseguraría nuestro sistema de pensiones. Fácil y placentero.

En tercer lugar, la sanidad. Hemos pasado de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo (en algunas calificaciones era el primero y en otras el segundo) a tener un sistema sanitario camino del desguace tal y como lo conocemos en la actualidad, con profesionales desmotivados, en busca de su beneficio propio, jubilando a los médicos con mayor experiencia (que no edad), provocando la falta de financiación de las cosas más básicas, … Todo para cuadrar unas cuentas que tenían, y tienen, difícil cuadre. Y todo ello sin definir una cartera de servicios básicos para los que asegurar una financiación y dejar de lado una competencia desleal entre comunidades autónomas vecinas por obtener un puñado más de votos. Pensemos en definir una cartera de servicios de obligada financiación y establezcamos un sistema de copagos para el resto de la cartera de servicios que pueda ofrecer un gobierno regional. Es sólo una idea sin desarrollar. No lo toméis como algo definitivo.

Y por último, nuestro sistema político, con un nivel competencial de tal magnitud que es imposible descubrir la utilidad de ciertos puestos de trabajo en la Administración. No es de recibo que existan hasta cinco niveles administrativos más o menos desarrollados de forma generalizada (ayuntamiento, mancomunidad, diputación, comunidad autónoma y gobierno central) que se incrementarían si sumamos la realidad europea. ¿Dónde preguntamos por nuestra necesidad? Porque la administración pública surge para facilitar la vida a los ciudadano, no para complicársela aún más. Y en la actualidad el problema es que no vemos que se nos ayude, sino más bien que se ayuden los políticos a sí mismos. Una racionalización de la Administración en su conjunto sería la mejor reforma estructural que podría realizarse. Pero hay que pensar en una única palabra: ADMINISTRACION. Da igual el nivel que tratemos, sólo tenemos que contemplar una Administración.

Hace años algunas empresas ensayaron un sistema de administración descentralizada por productos, departamentos, etc. Fracasó y decidieron volver a un solo sistema. Nosotros lo hemos intentado: ya hemos visto que ha fracasado. No digo que haya que volver a una sola administración, lo cual sería imposible en la realidad actual (al menos pacíficamente), pero si en que independientemente del sistema que elijamos hay que mostrar al ciudadano que existe una única administración, de forma que uno pueda, por poner un ejemplo, solicitar cita al médico especialista del hospital que le corresponde a través de su ayuntamiento, al cual puede acudir más fácilmente, en muchos casos, que al centro de salud. Es decir, desarrollar el concepto de Administración Única tan manido y tan poco explicado. Y para eso es indiferente el desarrollo político, sólo es necesaria una voluntad de colaboración y de unificación de criterios que no existe en la actualidad.

Hay que profundizar en las reformas estructurales, que son la garantía de crecimiento futuro de la renta, lo que no implica hacer recortes. Y hay que estar menos pendiente de los demás, por mucho que sean tus jefes y manden mucho en Europa. Al menos eso opina este economista perplejo.





@juanignaciodeju

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