miércoles, 9 de abril de 2014

LA DEFLACIÓN: CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?

Hoy voy a ser pesado. Voy a volver a hablar de la deflación.
¿Existe verdadero riesgo de que España tenga deflación? La respuesta es claramente si. Y no porque lo anuncie el FMI, que siempre va por detrás de la realidad. Es que es la política que ellos mismos han impulsado junto con la Comisión y el BCE. La famosa devaluación interna lleva a esto. Les guste o no, son los responsables. Y ahora van y ponen la alarma.
Lo voy a explicar. Cuando empieza la crisis del euro, año 2010, deciden los ‘listillos’ de Europa que los países endeudados por nuestro modelo de crecimiento debemos corregir nuestra situación exterior, es decir, el hecho de que nuestra balanza de pagos sea negativa. Técnicamente, lo que proponen es: hay que mejorar la competitividad de esos países para que paguen sus deudas y mejoren su situación. Impecable.
El único problema es que nuestra situación es complicada. Nuestro tipo de cambio real (aquel que nos relaciona con el resto de países) es una combinación del tipo de cambio nominal (el que vemos en los periódicos) y del cociente de los precios nacional / extranjeros. Cómo estamos en el euro, nuestro tipo de cambio nominal con respecto al 60% de nuestras relaciones exteriores no varía, luego sólo podré ganar competitividad modificando el cociente de precios. Como los países buenos del euro no van a subir artificialmente sus precios, debemos bajar los nuestros. Y de ahí toda la política diseñada: rebajas de gasto público; subidas de impuestos, sobre el consumo y sobre la renta; desregulación del mercado de trabajo para que los salarios bajen e incremento de los costes de los servicios básicos de forma que no exista una renta sobrante.
Las consecuencias las llevamos poniendo encima de la mesa un grupo de economistas: eso va a mejorar nuestra competitividad, pero va a perjudicar nuestro sistema económico. Y no nos hemos confundido desgraciadamente.
A todo esto, otra solución habría sido que el BCE impulsase la economía con medidas de política monetaria, que habrían influido sobre nuestro tipo de cambio, provocando una depreciación del euro que fomentase las exportaciones fuera de la zona. Pero eso no convenía a los países centrales y, durante años, decidieron que no se haría nada de forma que la economía fue deslizándose lentamente hacia la senda de la deflación.
Llegados a este punto, el gobierno español surgido de las elecciones de 2011 aplicó el programa con toda la crudeza del mismo con el argumento de que mejor una vez colorado que ciento amarillo, refrán que en este caso se traduce en: ‘les aplico a los ciudadanos un programa de máximos para solucionar el problema y ya está. Si lo pasan mal ya lo solucionarán de alguna manera’. Y se aplicó la solución en sus máximas expresiones. Desde este blog, durante el año 2012, fui bastante crítico con todo lo anunciado, aun cuando incluso le alabé alguna medida a medias. Y, dada mi humilde fuerza, no me hicieron caso. La conclusión es que, después de 18 meses de sufrimiento exagerado, la economía empezó a repuntar ligerísimamente. Lo cual llenó de alegría a nuestros responsables que lanzaron inmediatamente las campanas al vuelo anunciando el fin de la crisis y la recuperación inminente. Y así llevamos desde hace un año.
El repunte se debió a la mejora de la competitividad; a los incrementos extraordinarios de nuestras exportaciones en palabras de nuestro presidente. Pero la economía es tozuda. Tiene dos lados: la oferta y la demanda. Y por mucho que mejoremos la oferta, si la demanda no tira es difícil que la situación mejore. Y eso ocurrió con el sector exterior. Las exportaciones dieron síntomas de agotamiento. Y entonces se acordaron de la demanda interna. Y en el último trimestre del año repuntó ligeramente. Hay que ver que ocurre ahora, en este trimestre, aunque algunos análisis apuntan a que va a mejorar. Particularmente, pienso que la evolución de la inflación y, sobre todo, de los precios del sector exterior, no apuntan nada positivo.
Y llegamos al punto clave: los precios y la demanda. Con una demanda tan débil los precios de los productos van a bajar, máxime cuando los salarios lo han hecho y, seguramente, lo seguirán haciendo durante los próximos meses. No hay buenas noticias por ahí. Sólo mantenemos tasas positivas de precios por el comportamiento de los productos monopolizados (energía, básicamente), que se están aprovechando de la situación. La caída de los precios de estos últimos meses parece indicar que la demanda sigue débil o muy débil. Y ese debería ser nuestro principal problema ahora.
Porque o incentivamos la demanda interna o los precios seguirán bajando. Y si los precios bajan, el sistema económico se colapsa. Y podemos pasarnos así no una década, como Japón, sino el doble o el triple. Y eso será responsabilidad de los ‘listillos’ europeos.
Y entonces va el FMI y dice que la solución para España es ¡bajar un 10% los salarios! Pienso que o se han olvidado de la economía que aprendieron en la facultad o que nos están tomando el pelo. Si bajamos más los salarios, a parte de incrementar la morosidad de nuestras deudas, no consumiremos más, sino menos. Y los precios seguirán bajando. Al menos eso pienso.
Hay que subir los precios. Es inevitable. O subimos los precios o nuestro sistema se parará: nuestras deudas no se verán mejoradas por la subida de precios; nuestras rentas no crecerán en términos nominales ni reales; nuestras empresas deberán cerrar; se incrementará más el desempleo; … Hay que subir los precios.
Porque si entramos en deflación, como les digo a mis alumnos, los economistas no sabemos como actuar. Con la inflación no tenemos problemas, pero con la deflación, mejor no probar. Al menos que pretendan que todos estemos perplejos, como este humilde economista.






@juanignaciodeju