Hoy voy a ser pesado. Voy a
volver a hablar de la deflación.
¿Existe verdadero riesgo de que
España tenga deflación? La respuesta es claramente si. Y no porque lo anuncie
el FMI, que siempre va por detrás de la realidad. Es que es la política que
ellos mismos han impulsado junto con la Comisión y el BCE. La famosa devaluación
interna lleva a esto. Les guste o no, son los responsables. Y ahora van y ponen
la alarma.
Lo voy a explicar. Cuando empieza
la crisis del euro, año 2010, deciden los ‘listillos’ de Europa que los países
endeudados por nuestro modelo de crecimiento debemos corregir nuestra situación
exterior, es decir, el hecho de que nuestra balanza de pagos sea negativa. Técnicamente,
lo que proponen es: hay que mejorar la competitividad de esos países para que
paguen sus deudas y mejoren su situación. Impecable.
El único problema es que nuestra
situación es complicada. Nuestro tipo de cambio real (aquel que nos relaciona
con el resto de países) es una combinación del tipo de cambio nominal (el que
vemos en los periódicos) y del cociente de los precios nacional / extranjeros. Cómo
estamos en el euro, nuestro tipo de cambio nominal con respecto al 60% de
nuestras relaciones exteriores no varía, luego sólo podré ganar competitividad
modificando el cociente de precios. Como los países buenos del euro no van a
subir artificialmente sus precios, debemos bajar los nuestros. Y de ahí toda la
política diseñada: rebajas de gasto público; subidas de impuestos, sobre el
consumo y sobre la renta; desregulación del mercado de trabajo para que los
salarios bajen e incremento de los costes de los servicios básicos de forma que
no exista una renta sobrante.
Las consecuencias las llevamos
poniendo encima de la mesa un grupo de economistas: eso va a mejorar nuestra
competitividad, pero va a perjudicar nuestro sistema económico. Y no nos hemos
confundido desgraciadamente.
A todo esto, otra solución habría
sido que el BCE impulsase la economía con medidas de política monetaria, que
habrían influido sobre nuestro tipo de cambio, provocando una depreciación del
euro que fomentase las exportaciones fuera de la zona. Pero eso no convenía a
los países centrales y, durante años, decidieron que no se haría nada de forma
que la economía fue deslizándose lentamente hacia la senda de la deflación.
Llegados a este punto, el
gobierno español surgido de las elecciones de 2011 aplicó el programa con toda
la crudeza del mismo con el argumento de que mejor una vez colorado que ciento
amarillo, refrán que en este caso se traduce en: ‘les aplico a los ciudadanos
un programa de máximos para solucionar el problema y ya está. Si lo pasan mal
ya lo solucionarán de alguna manera’. Y se aplicó la solución en sus máximas
expresiones. Desde este blog, durante el año 2012, fui bastante crítico con
todo lo anunciado, aun cuando incluso le alabé alguna medida a medias. Y, dada
mi humilde fuerza, no me hicieron caso. La conclusión es que, después de 18
meses de sufrimiento exagerado, la economía empezó a repuntar ligerísimamente.
Lo cual llenó de alegría a nuestros responsables que lanzaron inmediatamente
las campanas al vuelo anunciando el fin de la crisis y la recuperación
inminente. Y así llevamos desde hace un año.
El repunte se debió a la mejora
de la competitividad; a los incrementos extraordinarios de nuestras
exportaciones en palabras de nuestro presidente. Pero la economía es tozuda.
Tiene dos lados: la oferta y la demanda. Y por mucho que mejoremos la oferta,
si la demanda no tira es difícil que la situación mejore. Y eso ocurrió con el
sector exterior. Las exportaciones dieron síntomas de agotamiento. Y entonces
se acordaron de la demanda interna. Y en el último trimestre del año repuntó
ligeramente. Hay que ver que ocurre ahora, en este trimestre, aunque algunos análisis
apuntan a que va a mejorar. Particularmente, pienso que la evolución de la
inflación y, sobre todo, de los precios del sector exterior, no apuntan nada
positivo.
Y llegamos al punto clave: los
precios y la demanda. Con una demanda tan débil los precios de los productos
van a bajar, máxime cuando los salarios lo han hecho y, seguramente, lo seguirán
haciendo durante los próximos meses. No hay buenas noticias por ahí. Sólo
mantenemos tasas positivas de precios por el comportamiento de los productos
monopolizados (energía, básicamente), que se están aprovechando de la situación.
La caída de los precios de estos últimos meses parece indicar que la demanda
sigue débil o muy débil. Y ese debería ser nuestro principal problema ahora.
Porque o incentivamos la demanda
interna o los precios seguirán bajando. Y si los precios bajan, el sistema económico
se colapsa. Y podemos pasarnos así no una década, como Japón, sino el doble o
el triple. Y eso será responsabilidad de los ‘listillos’ europeos.
Y entonces va el FMI y dice que
la solución para España es ¡bajar un 10% los salarios! Pienso que o se han
olvidado de la economía que aprendieron en la facultad o que nos están tomando
el pelo. Si bajamos más los salarios, a parte de incrementar la morosidad de
nuestras deudas, no consumiremos más, sino menos. Y los precios seguirán
bajando. Al menos eso pienso.
Hay que subir los precios. Es
inevitable. O subimos los precios o nuestro sistema se parará: nuestras deudas
no se verán mejoradas por la subida de precios; nuestras rentas no crecerán en
términos nominales ni reales; nuestras empresas deberán cerrar; se incrementará
más el desempleo; … Hay que subir los precios.
Porque si entramos en deflación,
como les digo a mis alumnos, los economistas no sabemos como actuar. Con la inflación
no tenemos problemas, pero con la deflación, mejor no probar. Al menos que
pretendan que todos estemos perplejos, como este humilde economista.
@juanignaciodeju
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