El otro día hablaba con un
amigo que me decía que la existencia de tipos de interés negativos era un
aberración económica y que los economistas ya no sabíamos qué inventar para
llamar la atención. Me quedé algo descolocado y pensé que no tenía ni idea de cómo
contarle a un lego algo sobre los tipos de interés negativos de forma que lo
entendiera.
Porque el concepto en sí es complicado de explicar: a usted le dejo el dinero y usted lo usa como le venga en gana y no le cobro nada, sino que le pago. Además es algo que va a empezar a ocurrir con los particulares, lo cual exigirá de muchas palabras para hacerle comprender a la gente que a partir de ahora le van a cobrar por tener dinero en el banco, y cuanto más tenga, más le van a cobrar.
Empecemos. No va a ser fácil. Pero lo voy a intentar.
¿Por qué existen los tipos de interés negativos? Básicamente la explicación es sencilla. Hay tipos de interés negativos porque la gente tiene miedo.
Miedo a que la principal economía del mundo, o sea, Estados Unidos, no termine de despegar económicamente hablando, lo cual es una evidencia por mucho que intentemos darle la vuelta. Todo el arsenal que se ha usado ha conseguido que la economía americana esté en estado estacionario con leve tendencia a la mejoría, pero es que le hemos puesto todos los remedios que conocíamos y algunos que nos hemos inventado.
Miedo a que Donald Trump gane las elecciones y nos haga un apaño importante con los difíciles e inestables equilibrios en el mundo. Me imagino a este individuo tomando decisiones con respecto a Irán, Venezuela, Cuba o cualquier otro país de similares características y no me sale nada positivo.
Miedo a que Marie Le Pen gane las elecciones en Francia, lo cual tampoco augura nada positivo para el orden mundial y la tranquilidad de occidente. Igualmente, aunque limitado por el peso de la economía, hay miedo a que Podemos gane las elecciones en España. La mezcla de Le Pen en Francia, Podemos en España, Syriza en Grecia y otros factores de inestabilidad provocarían la ruptura del euro de forma más o menos inmediata. Y eso da mucho miedo.
Miedo al Brexit, lo cual está cada vez más cerca de suceder y tendría consecuencias devastadoras tanto para el Reino Unido como para sus socios comerciales. No estoy en contra de hacer referendums, pero si los hacemos que sea para todas las decisiones trascendentes. Es decir, para elaborar el presupuesto, para aplicarlo, para subir los impuestos, para bajarlos, para acoger refugiados, para no acogerlos, para mandar la policía, para disolverla, para … Si, parece excesivo, pero eso mismo hacen en Suiza. Eso sí es democrático y no sólo preguntar por ciertas cosas.
Miedo a China, segunda economía mundial y que no sabemos muy bien como está funcionando, como va a pagar sus deudas, si es que las paga, como va a estabilizarse, si es que se estabiliza. Una crisis en China nos dejaría al resto (incluido Estados Unidos) en la más importante de las miserias. Nos quedaríamos sin prácticamente productos.
Miedo a la evolución del precio del petróleo y otros ‘activos financieros’ que nos han dado sustos importantes en el pasado reciente. No sabemos cómo van a evolucionar, ni cómo van a comportarse en el futuro. Y el mercado de commodities afecta y mucho a los intermediarios financieros.
Miedo, finalmente, a que los países en vías de desarrollo (los famosos BRICS) no terminen de despegar y acaben estrellados contra la realidad. Brasil está mal, Rusia tampoco está muy bien, India está ahi, China no sabemos. Un mal paso, y la recuperación mundial se estanca otra vez.
Miedo a que Europa no sea capaz de desanclarse. Bueno, aquí el miedo es a que aprendamos a desanclarnos. Pero eso es un suceso imposible, como se dice en estadística.
Y el dinero es muy miedoso. Imaginemos que podemos tener el dinero en un banco, con su vigilante privado, su alarma, su caja fuerte, su director, etc, o dejárselo a un inversor una caja de cartón en su casa. El primero nos ‘asegura’ una cierta protección, mientras que el segundo no tiene una pinta muy buena. Por lo tanto, si tenemos miedo, se lo dejaremos al primero y estaremos dispuestos a pagar por que nos lo guarde.
Pues eso mismo es lo que está
ocurriendo en la economía. Los inversores están dejando el dinero en los
valores seguros y están dispuesto a pagar por ello. De ahí los tipos de interés
negativos.
Alemania tiene tipos negativos
en el bono a diez años. España, una prima de riesgo de 140 puntos. Esa es la
diferencia.
Después de leer lo que acabo
de escribir, tampoco estoy convencido de haber explicado bien lo de los tipos
negativos. Al final mi amigo tendrá razón y los economistas no sabemos ya que
inventarnos. Es lo bueno de estar en estado de perplejidad continua, que no te
sorprende nada. O sí. Bueno da igual. O no.
@juanignaciodeju
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