La teoría de Juegos es un instrumento matemático de gran utilidad en el análisis económico, fundamentalmente en el análisis de mercados oligopolísticos por cuanto nos permite establecer estrategias de comportamiento, muy útiles cuando hablamos de mercados poco competitivos.
Podemos dividir las soluciones dentro de la teoría de juegos en cooperativas o no cooperativas. Las primeras son aquellas donde todos los jugadores podrían sacar ventaja de la mutua colaboración, como por ejemplo el famoso ‘dilema del prisionero’ donde ambos jugadores obtendrían ventaja si colaborasen, pero que en ausencia de colaboración obtienen equilibrios que no mejoran su situación pero minimizan sus riesgos. Las soluciones no cooperativas son aquellas donde los jugadores compiten por obtener los máximos beneficios posibles cada uno de ellos. Dentro de estos últimos podemos incluir los denominados ‘juegos de suma cero’.
Los ‘juegos de suma cero’ son aquellos en los que los beneficios de uno de los jugadores implican pérdidas iguales del otro jugador, por lo que la suma final del juego es siempre cero. Por ejemplo, en el póker, las ganancias de algún jugador siempre deben corresponderse con las pérdidas de algún otro, de forma que el dinero sobre la mesa es siempre el mismo (a no ser que alguien estime oportuno incrementar el dinero apostado mediante la aplicación de una cantidad adicional) y lo diferente es el reparto del mismo entre los jugadores.
Llegados a este punto, vamos hacer algunas trampas para analizar la situación del mercado de deuda europeo y comprender algunas cosas. En primer lugar, y como buen economista, hagamos algunas hipótesis.
Supongamos que el mercado es finito, es decir, que es un conjunto cerrado y limitado, donde la cantidad de dinero está dada y no puede aumentar. No es tan extraña esta hipótesis, ya que el BCE no aumenta la liquidez de forma incontrolada y el resto de inversores no parecen dispuestos a aumentar los fondos dedicados a la deuda europea en este momento.
Los gobiernos compiten por unos mismos fondos en condiciones desiguales. Es decir, no es lo mismo prestar dinero a un gobierno con una economía en expansión que a otro en situación de recesión.
El poder de los gobiernos es desigual. No todos los gobiernos europeos tienen la misma influencia en los mercados.
El número de gobiernos es limitado, cerrado y finito. Es decir, cada gobierno puede influir en los precios en función de su capacidad en la economía europea, pero no existen riesgos de nuevos actores (gobiernos) en el mercado que desestabilicen las condiciones.
Hasta aquí las hipótesis. Podríamos establecer algunas más, pero con estas basta para el propósito de este artículo. No nos asustaría establecer alguna más y más restrictiva si fuera necesario (el famoso chiste del economista perdido y el abrelatas), pero no es necesario.
En estas condiciones, el mercado de deuda europeo podríamos analizarlo como un juego no cooperativo (los gobiernos compiten por el mismo volumen de dinero) de los considerados de suma cero, es decir, el dinero que, por ejemplo, obtiene España, dadas las hipótesis que hemos establecido, lo deja de percibir, por ejemplo, Portugal. Las ganancias de España implican pérdidas en Portugal (mejor dicho, los fondos recibidos por España no lo serán por Portugal). Esto implica que habrá países con exceso de capacidad de obtención de fondos, como es el caso de Alemania, y países con serios problemas para la captación de esos fondos, como es el caso de España e Italia. De ahí las diferencias en los precios pagados por los unos y los otros: mientras el gobierno alemán cobra por recibir fondos prestados, otros pagamos cantidades ingentes de dinero por captar esos fondos.
¿Cómo solucionarlo? En mi opinión hay dos soluciones satisfactorias (aunque como siempre digo, en economía todo es cuestionable): por un lado, aumentar la cantidad de dinero, es decir, que el BCE actúe como prestamista de última instancia proporcionando fondos a los gobiernos vía compra de deuda en el mercado primario, es decir, el de financiación de los gobiernos; por otro lado, la solución cooperativa: que los gobiernos se pongan de acuerdo para repartirse los fondos existentes de forma que la solución sea la mejor posible para todos (los famosos eurobonos).
Con respecto a la primera solución, ya somos conscientes que no se va a poner en marcha por el temor alemán a la inflación. Ha sido aplicada por otros bancos centrales (EE.UU., Inglaterra) y ahí están las cifras: con un déficit similar al español y un nivel de deuda superior, no tiene problemas de financiación y los tipos de interés se mantiene en niveles bajos.
Por lo tanto, la solución debe ser cooperativa, de forma que se obtenga la mejor situación posible para todos los países (en este caso, la menos mala). Esto igualaría los costes de financiación de los países, aunque no solucionaría el problema de fondo: la cantidad finita de dinero en el mercado de deuda. Provocaría una mejora en los niveles de tipos de interés de algunos países, pero empeoraría el del resto, dado que a partir de ese momento, la deuda sería única y estaría avalada por todos los miembros de la UE. Pero tampoco se va a poner en marcha de momento: Alemania no quiere socializar el problema, es decir, se niega a cooperar con el resto de países, en parte porque actúa como líder dentro de un esquema de líder y seguidor: establece sus condiciones y deja que el resto de los agentes actúen en términos de competencia perfecta en lo que queda del mercado.
Existe una tercera solución, poco probable por cuanto implicaría adoptar decisiones muy complejas: que un grupo de países se uniera en la aplicación de soluciones cooperativas para competir con el líder en similares condiciones, de forma que se le fuerce a actuar de forma cooperativa para evitar pérdidas mayores a las que le sometería el mercado. En este esquema encaja la última reunión de los líderes europeos, con las presiones de Hollande, Monti y Rajoy para flexibilizar los criterios de los fondos de rescate. Aunque se corre el riesgo de que se forme un cártel por cada bando que mire exclusivamente por sus intereses, en cuyo caso la ruptura está asegurada.
En fin, que la UE va camino de la ruptura a no ser que se haga lo que se tiene que hacer: la cooperación de los países como medio para solucionar el grave problema de la crisis de deuda que estamos sufriendo. O solución cooperativa o cártel no cooperativo que permita la competencia en condiciones similares con el riesgo de ruptura que eso implica. Ese es el futuro que prevén los analistas.
@juanignaciodeju
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