Todos los años, al principio de curso, recomiendo a mis alumnos que lean los periódicos. Pueden ser los especialistas, es decir, los específicamente económicos, o los generales, que en la actualidad da más o menos igual, ya que el principal foco de atención en estos momentos es la economía, por lo que centrarán sus noticias en esa materia. Y como reconozco que ellos tendrán problemas económicos como el resto, les sugiero que los lean por internet, de forma que se ahorrarán el dinero y contribuirán al medio ambiente.
Y que lean todos los que puedan, que no discrimen. Son todos accesibles desde la red, gratuitos en la mayor parte de sus contenidos, y siempre es conveniente conocer distintos puntos de vista de forma que podamos tener una opinión propia fundamentada, aparte de conocer los argumentos de otras personas y, en consecuencia, ser capaz de aprender de argumentos cercanos a los nuestros y de otros muy diferentes.
Y aunque ya conozcamos los datos por nuestra profesión o nuestras inquietudes, como es mi caso, cuando se ponen blanco sobre negro en formato periodístico parecen tener mayor relevancia. Pues precisamente hoy se han conocido dos cosas muy importantes en la economía española: en primer lugar, y por la tragedia que eso está suponiendo, el dato del desempleo: 4.625.634 desempleados inscritos en las oficinas de empleo. A este dato hay que sumar algo así como 1.300.000 desempleados que no figuran en esas listas porque están desanimados (y así se les denomina estadísticamente), luego cerca de 6 millones de personas sin empleo en un país con 47 millones de habitantes; más de un 10% de la población total española está en desempleo. Este debería ser la principal preocupación de las medidas a adoptar por el gobierno y por los técnicos de Bruselas. La tragedia es de tal magnitud que, de no ser por la economía sumergida (que se estima en un 25% del total de la renta), se provocarían grandes movimientos sociales, probablemente violentos. Y las medidas no están teniendo en cuenta este problema, sino el déficit público. Eso es lo que podemos llamar un error en el objetivo: no podremos reducir el déficit mientras la cifra de desempleo no disminuya a la mitad.
La segunda es también muy reveladora: la deuda de las familias españolas es de 848 mil millones de euros, de los cuales, 652 mil millones son créditos hipotecarios; la de las empresas es de 1,218 billones de euros. Y sí, la noticia es que han disminuido un 4% anual, cifra del todo insuficiente para nuestras necesidades. Pero sumando ambas cifras, las empresas y las familias debemos a los bancos 2,066 billones de euros, es decir, casi el 200% de nuestro PIB, y esa debería ser la noticia. Son cifras relevantes por dos motivos: el primero es que demuestran, efectivamente, que hemos vivido una fiesta descomunal de la cual unos han sacado más provecho que otros, pero casi todos hemos participado en mayor o menor medida.; el segundo porque pone de manifiesto que el problema no es la deuda pública (80% del PIB al final de año, sin considerar el rescate bancario; 90% si lo incluimos), es la deuda privada. Y, una vez más, el gobierno y los técnicos fallan en el objetivo y se preocupan por la parte pequeña del problema y no por la relevante, y las medidas van dirigidas al problema manejable dejando fuera el problema grave de verdad.
Sumando ambas cifras podemos concluir que o cambiamos radicalmente el objetivo de la política económica, con medidas a corto plazo, o no tendremos medio plazo que gestionar en el futuro, dado que nuestro sistema económico quedará colapsado. Y eso es así porque podemos entrar en el círculo vicioso de los rescates: la deuda pública ocasiona el rescate de la economía, se imponen medidas restrictivas, se incrementa el desempleo, esto ocasiona problemas de pago a los bancos, los activos de éstos se deterioran, se producen pérdidas, el gobierno tiene que hacerse cargo de los problemas bancarios y se incrementa la deuda y el déficit públicos. Con este mecanismo no sólo no reducimos nuestro endeudamiento, sino que se incrementa considerablemente con una socialización y duplicidad que nos hace a todos más pobres, dado que deberemos nuestra deuda (la privada) y la de todos (la pública), que tiene su origen en la deuda privada. Es por ello que me he manifestado contrario al rescate (‘una asistencia financiera probablemente errónea’) y abogo, constantemente, por un cambio en la política económica del gobierno con diferentes argumentos intentando sensibilizar a los que mandan (‘¿Por qué es tan mala la política económica del gobierno?’; ’22 medidas para avanzar’) y de otros actores en esta situación (‘Europa: una solución’; ¿Cómo salimos de esta?).
Con todo esto, podemos concluir dos cosas: una, que nuestra economía será rescatada porque nadie parece saber de economía (o, al menos, parecen haber olvidado las nociones más simples); y segunda, que no servirá de nada porque el problema es la parte privada de la deuda, de la cual nadie se está preocupando. Lo volveré a decir: sin crecimiento económico, que posibilite una mayor renta a los agentes económicos, no podremos salir de esta situación. Y nuestro problema de deuda, y el de otros muchos países en Europa, tiene soluciones distintas mucho más racionales (‘Teoría de juegos y crisis de deuda’). Pero seguiré sin ser tenido en cuenta, ni Yo ni otros muchos economistas que hablamos constantemente de los mismo. Y Yo seguiré siendo un Economista Perplejo.
@juanignaciodeju
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