Cuando Argetina se dio cuenta que
debía una cantidad de dinero inasumible y no podía pagar, decretó la
inmovilización de las cuentas corrientes, la imposibilidad de sacar una
cantidad de dinero de los bancos y la obligatoriedad de realizar todos los
movimientos económicos por banco. Amén de la ilegalidad de sacar dinero del país
por cualquier medio. A eso es a lo que le hemos llamado toda la vida ‘corralito
financiero’.
El resultado ya lo conocemos
todos y ha sido ampliamente estudiado por los economistas. Para la población
fue un grave perjuicio del que tardaron en recuperarse varios años.
Ahora va Grecia y ha hecho lo mismo,
más o menos. El Gobierno central ha decretado que todos los fondos de los entes
públicos municipales sean transferidos al estado para afrontar los pagos que
tiene pendientes y que ascienden a 3.100 millones de euros en un mes.
En el caso argentino, la propia
población asumió su condición de ciudadanía madura y económicamente responsable
y sustituyó el peso por los pagarés de las provincias como moneda en circulación,
de forma que el sistema económico continuó funcionando, más o menos, y el país
terminó por recuperarse, aunque tardó varios años. Eso sí, mediante una
devaluación del Peso que tenía una artificial paridad con el dólar, fruto de la
política antiinflacionista que se había desarrollado. Y, como uno cada vez va
teniendo más años, recuerdo como los ministros de economía argentinos nos daban
lecciones a los españoles cuando más dura estaba siendo para nosotros la crisis
de los años 80.Luego ya no dijeron nada más.
En Grecia es el propio BCE el que
se plantea que el gobierno utilice una especie de pagaré para satisfacer los
salarios y las pensiones, de forma que se evite el default clásico por impago
al exterior. Pero eso no es más que generar una moneda nueva que fluctuará como
otra cualquiera y tendrá su paridad con el euro. Parece que se producirá una
fuerte depreciación de ese pagaré. Y entonces estaríamos ante un claro
corralito y, en consecuencia, en una situación similar a la Argentina del año
2001.
Pero las consecuencias
adicionales serían que ese pagaré generaría una fuerte inflación, dado que
estaría fuertemente depreciado con respecto al euro, y los precios se dispararían.
Esa fuerte inflación llevaría aparejada el hundimiento de una de sus principales
industrias, el turismo, que huiría de Grecia hasta que la situación se
estabilizase; un empobrecimiento rápido de la población y un incremento
sustancial (aun más si cabe) del desempleo. Baste decir que en Argentina,
con el corralito, la convertibilidad fijada por el gobierno del tipo de cambio
del peso al dólar fue, en el año 2002, de 1,4, es decir, que la moneda se
depreció en un solo año un 40%.
Supongamos que todo esto sucede:
que se crea una nueva ‘moneda’ que ésta se deprecia un 40% en un año, que hay
inflación alta (baste decir que las sentencias judiciales en Argentina avalaron
las medidas adoptadas por el gobierno pero establecieron, en el año 2006, la
revalorización por depreciación, inflación más intereses de los ahorros todavía
inmovilizados debía ser de 3.08 dólares por peso, es decir, de un 208%) y todas
esas calamidades que los economistas decimos. Entonces, o se produce una
ruptura del euro, con la salida de Grecia de forma inmediata, o se produce una
descomposición de la moneda, dado que la nueva moneda griega debería ser
incluida en la valoración del euro. Como Alemania no estará muy dispuesta a
modificar su estatus, la solución única es la salida de Grecia del euro. Y
entonces, adiós al proyecto global, todas los demás países buscarán su salida o
recolocación y el euro se habrá acabado.
Vayamos preparando un escenario catastrófico
con respecto a Grecia en nuestros pensamientos y posicionando nuestras economías
para el desenlace de este culebrón que se avecina, aunque espero profundamente confundirme
en mis previsiones y que no ocurra nada de lo que acabo de escribir. Sólo son
las elucubraciones del un economista perplejo. Espero.
@juanignaciodeju
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