Ahora nos encontramos con que,
según la Comisión Europea, hace falta otra reforma laboral que perpetúe y
profundice la bajada de salarios como método para estimular la competencia; que
posibilite los despidos (aún más) y que facilite la incorporación de los jóvenes
al mercado de trabajo, obviamente precarizando sus condiciones. Y todo eso con
un ‘vigoroso’ crecimiento del PIB del 2,9%. ¡Anda que si no llega a crecer nos
propondrían la eliminación selectiva de los trabajadores tipo los diezmas de
los romanos (si, eso de eliminar a uno de cada diez cuando se imponían castigos
colectivos)!.
¿Realmente necesitamos
profundizar en ese camino? Creo que no. Que hay que profundizar en la reforma
de la productividad, si, pero de la real, no de la aparente. Que tenemos que
competir en I+D+i (de lo que no dice nada la Comisión), en formación de los
trabajadores, en conocimientos de las empresas, etc, Leí ayer que el accidente
del A400M de Sevilla se produjo como consecuencia de la precarización de los
puestos de trabajo y la falta de ingenieros cualificados. No es de extrañar. ¿Y
eso es lo que nos quieren imponer otra vez?
Hace falta otra reforma laboral,
estoy plenamente de acuerdo. Pero una reforma que acierte con el modelo
definitivo de relaciones laborales que queremos. Definitivo quizá sea excesivo,
pero sí de largo plazo. Voy a proporcionar algunas ideas que, a lo mejor,
pueden ser de utilidad. O no.
TIPO DE CONTRATO
Es evidente que hay que
simplificar las relaciones laborales entre las empresas y los trabajadores. No
es posible tener un tipo de contrato para cada situación que nos imaginemos. Además,
es evidentemente injusto. El problema es que ahora mismo existen esos contratos
y las empresas están acostumbradas a usarlos de forma indiscriminada. Por lo
tanto, hay que hacer una transformación de forma que sea de aplicación lo más rápidamente
posible.
¿Cuántos tipos de contratos deben
existir? No me atrevo a dar una cifra, eso es cosa de técnicos en derecho
laboral, pero, desde un punto de vista operativo, al menos los siguientes: uno
indefinido, uno fijo discontinuo y uno formativo.
El contrato formativo es
imprescindible para la incorporación de los jóvenes al sistema productivo.
Entiendo que hay que poner limitaciones en la edad (no podemos estar toda la
vida en precario), la cuantía salarial (que no podrá ser inferior a ciertos parámetros)
y en la duración (que tendrá que ser limitada en el tiempo). Igualmente, habrá
que considerar la capacidad económica de los trabajadores en el futuro y las
necesidades de formación de la empresa. Por ello, este contrato estaría exento
del pago de cotizaciones sociales, de las que hablaré en un apartado específico,
salvo las relativas a formación, que serán un 50% mayores que el resto. Es
obvio que lo que se busca es formar a los trabajadores, por lo que el gasto de
la empresa debe ir en ese camino.
El contrato fijo discontinuo es
imprescindible en una economía tan volcada al turismo como la española. Lo único
es que habría que establecer las condiciones de acceso a las prestaciones
sociales de los trabajadores.
Finalmente el contrato indefinido.
Podemos asumir el concepto de contrato único como solución a nuestros
problemas, con indemnización creciente o constante, eso es lo de menos. Lo que
hay que hacer es definir muy bien los límites, las situaciones, los importes,
los plazos y demás.
COTIZACIONES SOCIALES
Hay que tener en cuenta que los
pagos a la seguridad social son la base de las pensiones y que el sistema se
mantiene en un precario equilibrio a medio plazo que es un descomunal desequilibrio
a largo plazo. Con lo cual, modificar cualquier apartado de este epígrafe es
problemático. Aunque si se pueden aportar nuevas ideas que ayuden a su
sostenibilidad,
En primer lugar, en algún momento
habrá que decidir que hay que incrementar la financiación del sistema, y ese
incremento sólo podrá producirse vía impuestos. Es decir, habrá que determinar qué
hacemos con los compromisos adquiridos y cómo los satisfacemos. Y, por lo
tanto, habrá que determinar cuáles son las fuentes de financiación de la
Seguridad Social, los porcentajes y los compromisos.
Por lo tanto, la propuesta que
deberemos discutir en el futuro es qué cantidad de las pensiones, los cursos de
formación y el desempleo se satisfacen con cotizaciones sociales y cuáles con
los impuestos que pagamos entre todos.
Porque el sistema actual no puede
mantenerse sin modificaciones de calado. Por un lado, con un ratio de 2 a 1 (dos cotizantes por
pensionista), de cara al futuro más o menos cercano, necesitaremos unos 24
millones de cotizantes, que junto con los 12 millones de pensionistas implicarán
una población total cercana a los 50 millones de personas. Parece que con
nacionales sólo no va a ser posible. Luego habrá que atraer inmigración.
Por otro lado, los salarios deberían
ser más elevados, dado que la mayoría de nuevos pensionistas accederán a
pensiones más elevadas y, consecuentemente, el gasto en pensiones subirá. Luego
parece que profundizar en la competencia vía salarios no es una de las mejores
armas de cara a un futuro más o menos cercano. O eso, o condenamos a los
jubilados a vivir en la indigencia subvencionada el resto de su vida.
Y, finalmente, la formación,
clave en el futuro del país. Entiendo que la formación va a redundar en mejores
capacidades de los trabajadores y mejoras en la productividad. Por lo que habría
que diseñar un sistema que facilitase la formación de las futuras generaciones
en base a las cotizaciones sociales. Es decir, habría que modificar la asignación
de los importes de forma que una parte de las cotizaciones a la seguridad
social se dedicara a la financiación de
la educación, haciendo de ésta el verdadero motor de la economía en el futuro.
Y dentro de la formación, habrá
que establecer un buen sistema de formación continuada, con la difícil misión
de cuadrar las necesidades de las empresas, los deseos de los trabajadores y
las capacidades de los formadores.
MODELO DE DESARROLLO LABORAL
Hace unos años se puso de moda un
concepto que hay que desarrollar con perspectiva local para cada país, pero que
resulta cuanto menos atractivo. No sé si será por el nombre o qué, pero todo el
mundo se fijó en él como solución a todos nuestros problemas. Me estoy
refiriendo a la ‘flexiseguridad’ en el trabajo, es decir, en la relación entre
la flexibilidad necesaria para el empresario y la seguridad imprescindible para
el desarrollo personal de los trabajadores. Y ahí nos quedamos. Nada nuevo.
Lo difícil es concretar ese
concepto. De todos los desarrollos, el más acertado, desde mi humilde punto de
vista, es el modelo austriaco. Consiste en que, con el dinero de una futura
indemnización, se va generando una bolsa que el trabajador puede utilizar a su
conveniencia. Si es despedido, como indemnización y seguro de desempleo; si no
le despiden, como plan de pensiones; y como es particular suya, le sigue a cualquier
empresa que vaya.
Lo primero es decir que es un
poco excesiva desde mi punto de vista esa regulación, ya que determina que al
final un concepto sirve para todo en la vida. Creo que debería estar más
limitado el uso que se pueda dar a ese importe.
En segundo lugar, queda el cómo
lo implantamos. Las empresas no piensan en despedir a sus trabajadores, al
menos contablemente hablando, por lo que las indemnizaciones se cargan a gastos
cuando se producen. Algún auditor pensará que esto es una aberración, y no le
faltará razón, pero es así como se actúa. Por lo tanto, no parece muy razonable
andar incluyendo ese coste en este momento.
Definiendo qué se incluye en ese
concepto podríamos establecer un buen sistema de protección del desempleo, de
indemnización por despido y, fundamental, de formación de los trabajadores. Obviamente
ese fondo debería tener un incremento debido a la solidaridad que nos debemos
todos, con lo que el fondo en cuestión tendría una parte individual y una
colectiva.
Definir porcentajes,
posibilidades, etc corresponde a nuestros políticos y respresentantes
sindicales y empresariales. Y todo dentro de un concepto global que implica una
reforma en profundidad de las relaciones laborales.
En fin, que esta es una pequeña
aproximación a un problema que debemos abordar cuanto antes y que no puede
mirarse sólo como un parche, sino como una reforma en profundidad de nuestro
sistema económico futuro, incluyendo la I+D+i, el sistema de pensiones, la
industria, los servicios,… Lo normal es que no se haga nada, dado que los
resultados de todo esto se verán a muy largo plazo. Y eso me mantiene en la
perplejidad más absoluta.
@juanignaciodeju
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